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Columnista

En educación: ¿selección o discriminación social?

Alejandro Mege Valdebenito.

por Alejandro Mege Valdebenito.
 "Donde hay educación no hay distinción de clases"  Confucio.  

 Al término de la reunión, sentados en torno a la mesa de fraternal convivencia, surgió el tema de la calidad de la educación que tenemos y  fue  el motivo que prevaleció en la conversación sostenida (con-versar es como un diálogo en verso que siempre debe estar presente en la forma en que se traten los temas, más si son de interés general, aunque las posiciones sean diferentes)  donde cada uno de los participantes argumentó sobre las causas que, a juicio de cada cual, han derivado en la baja calidad de la educación y en los magros logros obtenidos. La mayoría de los cuestionamientos se centraron en las malas políticas educacionales y especialmente el haber eliminado el proceso de selección de los estudiantes, el uso del azar (la tómbola) para otorgar matrícula y haber eliminado el mérito y los antecedentes escolares para obtener un espacio en un establecimiento educacional y continuar estudiando. Según algunos de los comensales, para lograr lo que se considera  una "buena educación" y con ella alcanzar el éxito estudiantil, y de paso dar prestigio a los establecimientos educacionales que lo logren, debe existir un proceso de selección de los alumnos mediante  un sistema de medición que ubique a los alumnos y al establecimiento educacional  en los primeros lugares de un ranking, que mide conocimientos, más no conductas, cuando se considera  ser la cantidad de saberes, medidos con pruebas estandarizadas, lo que hace que a la educación así medida sea considerada de "buena" o "mala" calidad y, de acuerdo con ese parámetro, se decide quién se ha ganado el derecho a una mejor educación, derecho que, por ese medio, deja así de ser universal y pasa a estar destinado a los ganadores.

Esa conclusión, mayoritaria entre los comensales, que resulta ser  hasta lógica en los tiempos que se viven, donde el individualismo y la competencia -como en el deporte- se actúa sin mirar quién se queda atrás,  cuando una milésima de segundo (o de nota) importa, ha sentado sus reales, dejó como opinión de mayoría que la calidad de la educación y los  mejores resultados educacionales se alcanzan  seleccionando a los estudiantes: éste sí y este otro no. Y, me pregunté: ¿Será, acaso, que la selección social es la única manera de alcanzar mejores resultados educacionales? ¿No es, entonces, la función de la educación y de la escuela y de la sociedad organizada, familia y autoridades incluidas, dar a todos iguales oportunidades educativas? Si bien es cierto que hay factores propios de la naturaleza humana que nos hace personas diferentes, también es cierto que hay muchos y valiosos elementos que nos hacen iguales. Que la inteligencia no es patrimonio solo de algunos, que se encuentra distribuida en las personas de los distintos niveles sociales, que la capacidad de sentir y pensar, de razonar, de emocionarse y de sentirse digno, incluso de soñar en un mejor futuro, es común y tan personal como universal.

Recordé, entonces, que  la respuesta a esta situación, según nos cuenta la historia, la habría dado desde hace más de  dos  siglos Catalina II, emperatriz de Rusia, cuando dijo que son tres los elementos que contribuyen a conformar la suerte de los seres humanos y el papel que van a jugar en el mundo: primero, el carácter, luego la inteligencia y, en tercer lugar, las circunstancias y, sin éstas, el carácter y la inteligencia no pueden expresarse. En otras palabras, una persona puede poseer un conjunto de cualidades positivas, ser equilibrada, criteriosa, responsable, justa, respetuosa y honesta, además de inteligente, pero son sus circunstancias las que no le permiten expresarlas, cuando el origen social, la cultura familiar y del medio en que nació y vive, así como los recursos físicos y humanos para su desarrollo integral no están a su alcance y la limitan para competir con ciertas posibilidades de alcanzar el éxito educativo. Sume la calidad de la educación inicial, familiar o institucional que forma también parte de las circunstancias que lo limitan. En esas condiciones, el sistema diseñado para acceder a una educación considerada de calidad, no es de selección es, aunque duela, discriminación social. Reconocer y aceptar esa injusticia y contribuir a superarla es una tarea y responsabilidad de todos, siempre y cuando quisiéramos asumirlo.

Alejandro Mege Valdebenito

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