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Columnista

Inteligencia y educación

Alejandro Mege Valdebenito.

por Alejandro Mege Valdebenito.

"Educar a un joven no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía." John Ruskin.

Definida la educación como un derecho humano fundamental que permite sacar a los hombres y mujeres de la pobreza, superar las desigualdades y garantizar su desarrollo sostenible (UNESCO) mediante un proceso formativo integral que se ejerce sobre el individuo en la totalidad de sus dimensiones, intelectual, afectiva, artística y de desarrollo social. En Chile también se le asigna a la educación una misión que resulta más pragmática: permitir a toda la población movilidad social y económica ascendente y de ser la clave para salir de la pobreza. Hasta ahí la promesa reiterada muchas veces resulta un ideal que todos comparten. Sin embargo, dicha promesa ha estado lejos de ser cumplida, por lo menos para una gran mayoría de la sociedad, en especial para la población estudiantil de menores recursos que no  logra obtener los resultados académicos suficientes para la continuidad de estudios, situación que se atribuye a un  menor desarrollo intelectual. La inteligencia, que es reconocida como la capacidad general que incluye la habilidad de razonar, planificar, resolver problemas, pensar en abstracto, comprender ideas complejas, aprender rápido y aprender de la experiencia, es más que una destreza académica o de aprendizaje por medio de libros (L.S. Gottfredson); es el factor que resulta fundamental para el aprendizaje. La inteligencia, que no es patrimonio de un grupo social determinado, que se encuentra distribuida transversalmente en todas las personas por lo que hace la diferencia para desarrollarla y potenciarla son las circunstancias, el ambiente propicio que rodean al individuo, así como los incentivos, todas condiciones necesarias para permitir o limitar su desarrollo.

En el  libro "Dime en qué colegio estudiaste y te diré qué CI tienes (2013) de los autores chilenos Ricardo Rozas y Catalina Santa Cruz, ambos psicólogos y doctores en psicología cognitiva definen la inteligencia como "la suma de saberes adquiridos a consecuencia del capital  cultural de origen más las oportunidades educacionales formales y que las variables algunos alumnos de precaria situación económica y/o cultural, logren resultados destacados y, al revés, otros alumnos, aun contando con todos los recursos necesarios, fracasan académicamente y ello por cuanto  la inteligencia no es una categoría natural sino que es la suma de las experiencias educativas a que son sometidas las personas, las que se dan tanto en la familia como en el sistema escolar formal, por lo que el tipo y calidad de la educación que se recibe es la base del desarrollo de la inteligencia, siendo en el sistema escolar chileno donde se producen las mayores diferencias entre los tres sistemas escolares existentes en el país: la educación pública o municipal, la educación particular subvencionada y la educación privada, de manera que cada sistema educativo genera el desarrollo de un tipo de inteligencia entre  los alumnos que asisten a uno u otro de los tres sistemas educativos, con los consiguientes resultados que conocemos,  siendo el Estado, con la educación que administra y sostiene quien tiene la mayor responsabilidad del nivel de desarrollo intelectual de los alumnos, transformándose en el sistema educativo en un "Estado incorporado"  que es el conocimiento y cultura incorporada al sujeto en su propia estructura biológica; es todo cuanto el sujeto aprende como consecuencia de la exposición a la cultura y educación, sea la recibida por la institución educacional, por la familia y  por el medio social circundante.

Así, hemos visto durante años que, a pesar de las distintas reformas educacionales o los intentos de mejorar la llamada calidad de la educación chilena, los resultados de las pruebas estandarizadas para medirla,  con algunas contadas excepciones, muestran, de manera reiterada, que la educación pública es la más damnificada. El estado en que se encuentra la educación que tenemos, no solo la pública, la conocemos todos y sus efectos los padecen muchos, sin embargo, gobernantes y gobernados, enfrascados en discusiones ideológicas, muchas absolutamente de intereses sectoriales o personales, incluso de poder para imponerlos, no  han tomado conciencia que la mayoría de los problemas que aquejan a la sociedad y al país se podrían solucionar o al menos morigerarse  con una mejor educación y que para lograrlo se debe ofrecer a todos los estudiantes un sistema educativo y  condiciones ambientales propicias para el desarrollo de su inteligencia junto a la formación de principios éticos y comportamientos morales, hoy tan escasos, como necesarios.

Las actuales y nuevas generaciones y el futuro del país lo necesitan.

Alejandro Mege Valdebenito.

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