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Columnista

Discutir, debatir, intercambiar opiniones

Zenón “Cheno” Jorquera

por Zenón “Cheno” Jorquera

Conversando se solucionan los problemas, se dice, pero no siempre es así. Entrar en discusiones fatuas o bizantinas es un grave error. No sólo pasaremos malos ratos, sino que, además, es un autoatentado a la inteligencia. La persona que no sabe se atreve a decir lo que se le ocurra. Bien se dice que la ignorancia es atrevida, por tanto, insolente. La falta de razón baja mucho el nivel de la discusión y es difícil arribar a acuerdos. La falta de seriedad también influye. Y mucho.

Desgraciadamente puede ser frecuente encontrarse con alguien fatuo, cuyo comportamiento engreído, vanidoso, creerse el más listo del lugar, lo delata. Estos personajes son peligrosos. El escritor estadounidense Mark Twain lo dijo.

¿Será necesario estampar aquí una de sus sentencias al respecto?   Twain nos advierte que no es aconsejable discutir con alguien así, porque nos baja a su nivel y allí nos gana por experiencia. Así de simple. ¡Qué gran enseñanza! Nos está diciendo: ¡Evítelo!

Cuando caemos en una discusión bizantina solemos perder el tiempo por lo inútil, ya que difícilmente podremos llegar a un consenso porque se produce un diálogo de sordos. Cada uno quiere probar sus aseveraciones y no se logran acuerdos.

Discutir es analizar entre dos o más personas un tema para disipar dudas y encontrar soluciones. No tiene por qué llevar a un enfrentamiento verbal o una pelea. Es necesario aprender a discutir con el propósito de resolver las dudas y buscar un entendimiento. Debemos acostumbrarnos a escuchar los planteamientos del otro, respetuosamente, porque toda opinión puede (y debe) ser valiosa y servir para interactuar, asumiendo que cada quien tiene su propia manera de pensar y actuar. En el debate el formato es otro. Debatir tiene una característica que lo diferencia de la mera discusión. En el debate cada uno expone y defiende sus opiniones e intereses, pero no se produce la conversación ni intercambio de ideas. Más bien son breves exposiciones o alocuciones, seguidas de preguntas y respuestas.

En cualquiera de los casos mencionados es muy importante tener argumentos sólidos, veraces, comprensibles y creíbles. Y evitar la verborrea, que no es otra cosa que la imperiosa necesidad de hablar, una alteración del flujo del lenguaje. No olvidemos que se trata de dialogar. No es un monólogo. Los interlocutores alternan los turnos del habla.     

Pero por sobre todo hay que ser veraz. No mentir (que está cada vez más de moda, incluso desde los más altos niveles).

Y en política eso deber esencial, necesario e insustituible. Nos podemos equivocar y enmendar, corregir, con toda racional sinceridad. ¿Por qué no? Somos seres imperfectos, pero perfectibles. Actuar con seriedad y evitar a toda costa la tontería. Y en todos nuestros actos cumplir con nuestro deber porque es nuestro deber. Fuimos elegidos por la comunidad, nos debemos a ella por la confianza depositada en nosotros. Es un compromiso que debemos cumplir a cabalidad y que debe ser realizado durante todo el periodo de nuestro quehacer. No solo en este año de elecciones.

El debate o la discusión deben servir para elevar el nivel de la política. Y actuar en consecuencia. No es imponer mi punto de vista. Es plantear un tema y a través de las diversas intervenciones, con los argumentos precisos, lograr el consentimiento de la mayoría con el propósito de beneficiar a muchos. Así haremos política, que viene de "polis", aquello que es público y que es "relativo al ordenamiento de la ciudad o los asuntos del ciudadano". Debemos tenerlo en cuenta siempre, más aún cuando Los Ángeles -nuestra comuna- cumple un año más desde su fundación.  

Zenón "Cheno" Jorquera

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