"Si tengo miedo, por eso, compréndanme". Fue la respuesta de ese hombre mayor invitado a un ágape en la casa de unos amigos que vivían retirados de su hogar... "En la noche, no. Asaltan, matan, roban... no, lo siento. Me invitan a comer, no voy, me da miedo", fue su opinión final.

Lo escuché entre admirado y triste. La vida cambia por los sicarios, siempre activos y deseosos de matar. 

Se va creando un ambiente de muerte. Costumbre a la muerte. La misma que tienen los mexicanos y las pandillas de las Maras de El Salvador. El pueblo azteca se dispuso a aceptar los asesinatos cada día. Depende del gobierno para estar más o menos tranquilos. Las noticias anuncian que bajo López Obrador, actual mandatario, han podido "trabajar" más tranquilos. No fue así con Calderón, que los enfrentó con policías, también ejército y marina. Los muertos superaron los 20 000 asesinatos. Muchos, como esos 42 jóvenes entre los 18 y 21 años que viajaban en bus en el Estado de Guerrero, secuestrados, teóricamente muertos, quemados, enterrados y sus padres nunca más supieron nada. Los mexicanos, de larga tradición en la exaltación de la muerte, corridos, guarachas, elevando la voz "... el día en que a mi maten que sea de cinco balazos y estar cerquita de ti..", canta ese "charro", guitarra en mano, violines, guitarrón y trompetas. La muerte. Multiplicada por la droga, el dinero fácil y en cantidades inimaginables... Mientras tanto en El Salvador, el Presidente Bukele, tiene otro pensamiento: "Ninguna pandilla fuera de prisión". Fue y es su única sola voz. Hay 70 000 detenidos y el 92% de la población lo apoya. Los salvadoreños se aburrieron de la muerte y Bukele, respondiendo al clamor ciudadano que descubrieron la paz en la paz, no dejará el gobierno. Las típicas ONG que profitan de la desgracia ajena, en un principio lo atacaron alegando que, "los pandilleros eran maltratados"... hoy guardan prudente silencio. Es posible algún maltrato, eso puede ocurrir sobre todo cuando se utiliza la fuerza, en casos como este, que en un día, las maras asesinaban 82 personas. En los hechos, El Salvador se había transformado en un estado fallido. Venezuela y Honduras le siguen con varios miles de asesinatos en sus calles y al interior de hogares, generalmente modesto, que habitan colonias "barrios" marginales. Nosotros vamos con uno semanal. Antes eran dos a tres asesinatos en el año y no más. Hoy, este ambiente de muerte, se ensañan con niñitas de 16 años, jóvenes de 17, otros algo más mayor, 21 años y tantos más.

Todo lo expresado, imagen de un país sumido en decenas de asesinatos diarios y el otro, con 230 días en el año, sin asesinados, nos lleva a una conclusión. Un gobierno fuerte, decidido, que apoya a sus fuerzas policiales y tiene la colaboración de sus habitantes, gana la guerra de crímenes. El tema es que hay que ser valiente, querer a Chile, tener "cojones", alentar a la comunidad toda a ser parte de la solución. 

Vuelvo al viejo con mucho miedo. Le cuento que, "no me detengo en las luces rojas de tarde y menos de noche". Me responde angustiado, "eso tampoco sirve, dos o tres autos se te cruzan y te matan igual". ¿Qué hacemos?  Boric está igual que Piñera, arreglando entuertos internacionales mientras en su país, los asesinatos crecen.

Mario Ríos Santander