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Cuesta hilvanar palabras, ordenar las ideas, imaginar tu alma, vivir el dolor.
En verdad te marchas de la vida sin razón alguna, al menos de tu parte y de tu familia. Caminas al cielo sin tener razón para hacerlo tan pronto. Mientras otros ríen y se abrazan para gozar sus décadas de vida, algunos(as), centuria, María Jesús, tú lo haces antes. Y con dolor.
Me causa espanto que se destaque con tanta vehemencia el éxito de la policía que en tan poco tiempo tenía resuelto el caso. Queda el silencio de los por qué. Los motivos de tanta violencia. Eso es descuidar el alma de una comunidad conmovida. Es cierto que mentes desquiciadas son capaces de tanta barbaridad, pero cuando estos crímenes tan dramáticos se repiten en diferentes formas, ya pensamos que María Jesús, fue una joven que pagó con su vida el drama permanente de otros jóvenes, también asesinados, algunos equivocados por sicarios, que encontraron una sociedad dispuesta a aceptar la muerte de jóvenes que recién comienzan la vida.
Está bien que la policía actúe y con éxito. Es su obligación, pero ese no es el problema principal.
Nuestra sociedad se ha marginado en extremos tales de quienes la componen, que asesinos pueden vivir en un condominio. Y ponen fin a la vida de sus vecinas. Esos mismos vecinos que ven cada tarde por la TV, asesinatos diarios, violencia, destrucción física, marchas de protestas por las calles, aviones aterrizando en las noches con gente extraña, muchos aviones, cientos, todo va sumando para permitir la existencia de una sociedad en que muchas cosas, ya no sirven. Personeros públicos discuten si la familia es el núcleo principal social o no. Tan absurdo debate llega a modo informativo y atónita no logran comprender porque un valor natural de tanta importancia se ha llegado a dudar de ella. Entonces, la persona termina aceptando que es natural la todo lo que en verdad se encuentra en las antípodas de la verdad.
María Jesús. Todos somos responsables de tu marcha de este mundo. Especialmente aquellos que han dejado hacer y que no quieren entender que intentar modificar una situación social de tanta gravedad, sin que la misma sociedad sea parte de la solución, no habrá nunca resultados positivos. Para ello, habrá que terminar con los odios y venganzas. Aunque cueste, especialmente a los tuyos, comprender tu muerte y más aún, llevando ese nombre que invoca al creador y maestro de la vida y que debo entender la incomprensión de su ausencia para protegerte, quiero pensar de que tu fallecimiento, deberá conducirnos por caminos distintos. Tu liderazgo en vida, no termina aquí. Espero que recojamos de ti las virtudes que dejaste y que tus compañeras de liceo han expresado con tanta amargura.
A tu familia, nuestro pésame y a Los Ángeles todo, la advertencia de un camino de muerte y dolor que hoy se ha llevado a otro(a) de los nuestros(as).
Mario Ríos Santander
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