Redactaré en esta ocasión ideas de base en torno a un tema no muy abordado en los textos cotidianos, orientado al cumplimiento de los deberes y facultades de los progenitores en la vida cotidiana de sus hijos e hijas, me refiero al cuidado o atención parental.

Originalmente, el rol que le corresponde a los padres es vital para el desarrollo de los (las) más pequeños, dentro de un ambiente familiar, a partir de lo cual el niño (a) va haciendo propias pautas o modelos conductuales, emocionales, cognitivos etc...., que en definitiva lo llevarán a formarse como un ser humano independiente e individual.

Muy importante es considerar que la influencia parental en las etapas tempranas de desarrollo del niño (a), aporta aspectos distintos y fundamentales, para establecer su personalidad, por lo cual su ausencia puede marcarlo (a) de por vida, ese daño es reversible, sólo con terapia.

Indudablemente, la crianza dedicada, presencia regular e imagen positiva de sus progenitores, de manera individual y como pareja, producirá futuros adultos seguros de sí mismos, maduros, resilientes y con las capacidades suficientes para insertarse en los diversos ámbitos de la vida adulta.

No es poco frecuente que estas ausencias en los afectos y atención, produzcan una herida emocional invisible, trayendo insospechados efectos futuros, visibles e invisibles, que pueden explicar patologías o problemas, en la infancia, adolescencia o adultez.

Así planteado, papá y mamá proporcionarán los pilares fundamentales del desarrollo emocional y afectivo, además de ser figuras de protección, seguridad, orientación y contención, permitiéndole, la construcción de sus habilidades sociales, mejorando su autoestima, desempeño escolar y especialmente el bienestar psicológico de niños y niñas.

La madre dedicada, por un lado, es una guía vital para sus hijos, les ayuda a ser independientes, transmitiéndoles amor y respeto, entre otros valores, siendo fundamental para el desarrollo cognitivo, social y emocional del (la) niño (a).

Usualmente la figura del padre, protege, es amable, cariñoso, cálido, apoya cuando es necesario y brinda seguridad cuando el niño (a) se siente indefenso (a), inseguro (a), está cambiando o aprendiendo, aportándole además al niño (a) una mayor autonomía e independencia, promoviendo la adquisición de valores sociales, desarrollo moral y afectividad en las relaciones interpersonales.

Integraré entonces, en un solo gran bloque, las consecuencias de la ausencia (física o afectiva), de ambas figuras parentales, que interfieren negativamente en el desarrollo psicológico, del (la) niño (a), cuya huella puede traer como consecuencia, entre otras, las siguientes:

- Baja autoestima.

- Dificultad para poner límites.

- Dependencia emocional y miedo a estar solo (a).

- Carencias afectivas e inestabilidad en sus relaciones.

- Sentimiento de culpa.

- Dolor emocional.

- Sentimientos y miedo al rechazo.

- Falta de confianza en sí mismo (a) y en los demás.

- Sentimientos de humillación.

- Nunca sentirse lo suficiente, sin importar lo que se haga.

- Necesidad constante de validación.

- Anulación de sus emociones.

- Problemas para encontrar su propia identidad.

Si se detectan aspectos como los señalados, es importante la consulta con el profesional de la salud mental en etapa temprana. El tiempo no ayuda a sanar, sino que puede agudizar la herida emocional, entendiendo que cuanto antes busquemos curarla, de mejor manera se podrá ayudar a aquel que sufre en silencio, pudiendo también sanar la herida que sus figuras parentales guardan en su corazón y que posiblemente sufrieron ellos en su infancia. De esta manera, mientras antes sea abordado, se podrá aspirar integralmente a mejores resultados. Así, al final de este apretado relato, sólo me queda desearle, ¡Que tenga un maravilloso día!

Luis Rozas Mardones, psicólogo,