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La Tribuna
Columnista

Declaración oficial a la justicia de tránsito

Mario Ríos Santander

por Mario Ríos Santander

Hay que ser serio y no tener segundas voces en esto de cumplir responsablemente con la institucionalidad vigente. Y lo señalo muy categóricamente al expresar que, efectivamente se trata del asunto más trascedente en este caminar de la humanidad, nuestra vida y la de los que nos rodean como primera prioridad, y la del resto, como obligación social.

Un amigo, algo tembloroso me confiesa, "Casi me mataron. Me detuve en una luz roja y por atrás llegó otro auto, que se bajaron tres individuos corriendo. Los alcancé a ver, aceleré pasando con luz roja y desaparecí. No me persiguieron... Desde ese día, en las noches, no me detengo ‘nica’ en ningún semáforo con luz roja".  Lo felicité y le respondí: "Yo tampoco. Bajo la velocidad, miro para lado y lado, no viene nadie o viene muy lejos, acelero y hasta luego. Las luces rojas se han transformado en cómplice de encerronas y crímenes. Por lo demás, he insinuado a todos los que están cerca de mi entorno que hagan lo mismo". Luego le comenté que la semana pasada en un Uber, viajando de noche en Santiago, llegamos a una luz roja y el conductor me advirtió que, "nosotros no nos detenemos, salvo que venga alguien con preferencia. Le pido disculpas, pero voy a seguir" y siguió. Fue muy respetuoso en la advertencia. Luego continuó, "le informamos a los pasajeros para que no se pasen la película de secuestro o algo parecido".

¿Dónde hemos llegado?  Lo que fue un valor enorme, superando otras normas sociales mundiales, los DDHH, recogieron lo mejor del ser humano y en su nombre lo protegió. Sin embargo, hoy, tal valor, quienes tiene la responsabilidad de cuidar la armonía social, el vivir respetuoso y en ellos destacar las virtudes del ser humano, lo están desprestigiando a una velocidad, que me atrevo a decir, casi sin vuelta o a la menos, recuperándose muchos años más. En mi caso, la institucionalidad de los DDHH no me complica. Soy cristiano, doctrina que supera las declaraciones circunstanciales públicas por una suma de principios y valores, expresada y vivida por más de dos mil años, sin que haya sido necesario rectificación alguna en tales milenios.

Pero reconozco mis pecados y en la materia que hoy comentamos, me confesaré.

 "Muy sinceramente. Anuncio a los señores jueces de policía local, Carabineros de Chile, seguridad comunal, (esta última algo debilitada), y a todos los que andan ‘pelando neumáticos’ en las noches, que yo al menos (y creo que muchos más), con la caída del sol adelante, disminuiremos  la velocidad en las luces rojas, comprobaremos vía libre y continuaremos sí o sí. Esperar la luz verde, nunca más. Entiendo que esto puede ser un "desacato" público a las leyes de tránsito, pero mi vida tiene algún valor. Si me detienen o me sacan un parte, invito por anticipado a la ciudadanía a que concurra a oír el juicio al que seré sometido. Mi defensa, lo adelanto, tendrá fundamentos institucionales, me acogeré a las normas sobre DDHH aprobados por la ONU en 1947, plenamente vigente y fundamentos cristianos por si los anteriores son insuficientes. Entiendo que, "a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César", pero aquel que ponga en duda la defensa de mi vida, se las tendrá que ver con los dos, Dios y el César... además las Naciones Unidas por esto de los DDHH. Pero con mi vida, no te metas. He dicho"   

Mario Ríos Santander

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