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La Tribuna
Columnista

Cecilia, "la Incomparable"

Zenón “Cheno” Jorquera

por Zenón “Cheno” Jorquera

El fallecimiento, en la madrugada del martes recién pasado, de la extraordinaria cantante nacional -Cecilia, "la incomparable"-, hecho muy lamentable, por cierto, me lleva a rememorar vivencias ocurridas en los años 60. Eran los tiempos de la Nueva Ola, movimiento musical y comercial que favoreció a jóvenes artistas nacionales, haciéndolos muy populares y permitiendo que muchos cantantes y conjuntos musicales tuvieran la posibilidad de triunfar.

La lista es larga.

Los promisorios cantantes grababan sus discos en las compañías discográficas Philips, Odeón, RCA, Polydor y otras; como Caracol, sello creado por el discjockey Antonio Contreras y Demon, del "genio" de la industria, Camilo Fernández. Para los lectores más jóvenes es preciso aclarar que a los locutores de radio que realizaban programas con "los últimos éxitos musicales", "las primicias", "las novedades disqueras", los discos nuevos, se les denominaba discjockeys. Eran muy influyentes. El más importante de todos, el más "grande" fue Raúl Matas, creador del programa "Discomanía" en radio Minería. Le siguieron Ricardo García (Minería), Julio Gutiérrez (Cooperativa), Miguel Davagnino (Agricultura), Juan Carlos Gil, Freddy Hube y "Poncho Pérez" (los tres de radio Chilena), y muchos más que sería largo enumerar.  

Acá, en Los Ángeles, la única radioemisora era radio Agricultura, perteneciente a la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA). Estaba ubicada en Colón 143, segundo piso (actualmente es el moderno edificio de Caja Los Andes). Ahí llegaban los artistas que con mucha frecuencia se presentaban en el teatro municipal, que posteriormente se llamó Casa de la Cultura "Alcalde Ricardo Acuña Casas", en calle Caupolicán, al lado de la municipalidad en esos años. Eran espectáculos muy exitosos. Para adquirir las entradas (boletos), el público hacía largas filas que llegaban hasta calle Almagro, por el oriente, y hasta la mitad de la primera cuadra de Colón, por el poniente.         

En esa radio había un programa infantil, que felizmente y a mucha honra, aún muchos recuerdan. Se llamó Los cuentos del tío Walo", dirigido por el locutor Osvaldo Sepúlveda, con la participación de varios niños, entre ellos Julián Durán (QEPD), Roberto Navarrete y el autor de estas líneas. Los artistas iban a la radio a media tarde a promocionar los shows. Yo no me perdía la oportunidad de estar con ellos. Me arrancaba del liceo (frente a la plaza, actual Centro Cultural) para estar presente en las entrevistas. A los 12 años de edad todo es maravilloso. Conocí a muchos que posteriormente veía actuar en la función de las 7 y media de la tarde. La aventura era lograr ubicarme en el segundo piso del teatro, en balcón, de donde veía quien era el próximo cantante en salir al escenario. Era un objetivo fascinante. Aún no logro entender cómo mi papá (empleado púbico) siempre tenía dinero para costear ese gusto de su hijo menor. Algunas veces, seguramente, me daban entradas de gentileza en la radio.

En una oportunidad llegó la gran figura del canto en ese tiempo, toda una estrella, pero no con excentricidades ni poses de diva; al contrario, muy sencilla y amable: Cecilia. Recuerdo nítidamente su cálido beso en la mejilla a ese niño tan entusiasta, que incursionaba en la locución, impresionado ante la hermosura y simpatía de la cantante.

La última vez que la vi fue un domingo, a mediados de agosto, el año pasado, en el show de la Nueva Ola en el teatro Caupolicán, en Santiago. El mismo día que murió Zalo Reyes, a quien se le rindió un homenaje a iniciar el espectáculo. Otra experiencia inolvidable. Fui con mi hijo menor, quien quedó impresionado con la calidad vocal de Fernando Montes, Larry Wilson, Carmen Maureira, Luz Eliana, y por cierto, Cecilia, "la incomparable". La tecnología ayuda, sin duda, pero la calidad no se pierde.

Verla era otro espectáculo. El público la veneraba. ¡Idola!, le gritaban, los aplausos eran estruendosos. Ella estaba feliz. Sabía que ya no era la misma de sus tiempos más gloriosos, pero igual dominaba el escenario, a los músicos que seguían sus improvisaciones y a la multitud que llenaba el glorioso recinto... "Nadie habló de enamorarnos", cantaba, y todos los fans coreaban, gritaban, se emocionaban y lloraban. Fue una tarde memorable. Ya no la volveremos a ver, pero quedarán en la mente de todos su estilo sin igual, sus "besos de taquito", su tango de las rosas, su baño de mar a medianoche... ¡Hasta siempre, Cecilia, la incomparable"!

Zenón "Cheno" Jorquera  

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