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Columnista

La violencia como moneda de cambio

Luis Rozas Mardones

psicólogo

por Luis Rozas Mardones

Existen muchos puntos de vista y teorías en torno al origen de la violencia y,  particularmente,  de la conducta violenta. Una de las definiciones existentes proviene de la Organización Mundial de la Salud y señala que “es el uso intencional de la fuerza física o el poder real o como amenaza contra uno mismo, una persona, grupo o comunidad que tiene como resultado la probabilidad de daño psicológico, lesiones, la muerte, privación o mal desarrollo”.

La conducta violenta es un recurrente motivo de consulta y en este texto abordaré algunos aspectos que considero importantes a la hora de detectar su origen:

Es importante considerar que la personalidad humana, se comienza a formar desde que el niño se da cuenta de que es un ser autónomo, diferente de sus padres y a medida que va creciendo, viviendo experiencias y descubriendo el mundo, va construyéndose a sí mismo. Es en este punto donde quiero detenerme y resaltar la importancia de un buen apego con sus figuras referentes, criar con amor, dedicación, pero especialmente entregar valores, conocimientos y un buen ejemplo.

Es recurrente encontrar en personas con comportamientos violentos, traumas de infancia o maltrato, que les afecta su autoestima y valores, haciéndoles replicar inconscientemente un modelo erróneo para resolver sus problemas, buscando conseguir cosas e incluso a veces obtenerlas (lo cual refuerza la conducta errada), generando un círculo comportamental vicioso.

Por otro lado, aparece la frustración, que si bien es cierto es una emoción universal, puede ser un indicador de que algo no va bien y hay que intervenirlo;  si es muy intenso o desproporcionado, la persona puede responder ante aquello que lo desencadena, de manera exagerada, irracional, con explosiones de ira o agresividad, a modo de trastorno explosivo intermitente, gatillado también por querer las cosas de manera instantánea, sin vivir su proceso.

El exceso de emoción y un bajo control de los impulsos, puede derivar en conductas violentas, que traen consigo dificultad en la construcción de relaciones interpersonales duraderas, generando ambientes de tensión continua, temor y por cierto afectar la inserción social de quien tiende a este descontrol.

Los bajos niveles de educación o culturización, tienen que ver igualmente con la frustración o la impulsividad, pues todo eso va en directa relación con los niveles de desarrollo de la inteligencia emocional individual, para ejercer  control de las emociones y asimismo poder anteponer la racionalidad a los impulsos que vengan, cuando las cosas no resultan como se desea o simplemente ante la adversidad.

Todo lo anterior en una pequeña muestra de los múltiples factores, que pueden explicar la violencia como moneda de cambio, ya que precisamente en la actualidad, lamentablemente se ve a todo nivel, en particular en la juventud, por eso me atrevo a entregar las siguientes recomendaciones:

a)      Aumentar las relaciones sanas, estables y estimulantes entre los niños y padres o cuidadores.

b)      Desarrollar habilidades para la vida en los niños y adolescentes.

c)       Reducir la disponibilidad del consumo de redes sociales y aumentar el contacto social real y las actividades que fortalezcan su autovalencia o autoestima.

d)      Involucrarse en las actividades de los niños o adolescentes, hacerles ver su importancia, motivarlos regularmente.

e)      Dar un buen ejemplo y tomarse el tiempo de enseñar y la última y más importante;

f)       Amar con el alma, enseñar con el corazón y educarlos para ser unos mejores adultos.

No existe una única receta, seguramente podrían ser muy extensas las recomendaciones, pero si queremos iniciar un cambio, para revertir los niveles de violencia, que se han tomado el día a día, mucho de lo que podemos hacer depende de nosotros mismos, por eso si queremos vivir en mayor armonía, quiero citar una frase de Eleanor Roosvelt “No basta con hablar de paz, uno debe creer en ella y trabajar para conseguirla”, ¡piense en ello y que tenga un maravilloso día!.

Luis Rozas Mardones, psicólogo

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