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Columnista

Diez años de un Papa argentino

Esther Gómez, Directora Nacional de Formación e Identidad, UST

por Esther Gómez, Directora Nacional de Formación e Identidad, UST

La reciente partida del Papa Benedicto XVI, primero en renunciar al papado en la época contemporánea, y de enfrentar con tolerancia cero los escándalos de los abusos por parte de sacerdotes, movido por su lema cooperador de la verdad”, trae a su lado la presencia, ya de 10 años, del primer Papa argentino en la sede de Pedro. Ese 13 de marzo del 2013, tras un cónclave relativamente rápido, vimos saludar desde el balcón vaticano, a un conterráneo que hablaba castellano: el jesuita Jorge Mario Bergoglio, hasta entonces cardenal de Buenos Aries.

No hay duda de que ha dado continuidad a los pontificados de Juan Pablo II y de Benedicto XVI en lo esencial de la misión como guía de la barca de Pedro: pastorear el rebaño del pueblo de Dios a través de la enseñanza, la santificación y la guía de la Iglesia. A su estilo, muy personal, distinta de la de su predecesor, y con énfasis distintos.

Así, por ejemplo, llamó su atención su decisión de vivir en Santa Marta y no en el departamento papal como sus antecesores, o en su insistencia en vivir la misericordia como el ADN de la Iglesia. Por otro lado, de la Iglesia ha dicho muchas veces que ha de ser una carpa de campaña abierta a todos y que salga a las periferias existenciales en busca de los más vulnerables, no sólo materiales sino también espirituales, y no un grupo de amigos ni menos una ONG encerrada en sí misma. A los cristianos, que se supone que son los seguidores de Cristo, les pide que no anden con cara de vinagre sino de alegría, como un rasgo distintivo; alegría que brote de confrontarse con el Evangelio y de tratar de vivir según Jesucristo.

Por eso la mayoría de los títulos de sus documentos y escritos aluden a esa alegría, como Gaudete et exsultate o la Evangelli gaudium. En el primero recordaba al pueblo de Dios una invitación, siempre antigua y nueva, de tomarse en serio, pero con alegría y confiados en la gracia de divina, la invitación de Cristo de “sed santos como mi Padre celestial es santo”, y por eso hablaba de los santos de la puerta de al lado, esos santos que, podríamos ser tú o yo, acogemos el ser otro Cristo, y lo hacemos carne en la vida cotidiana, con sencillez, pero con autenticidad. Y hay tantos así, ¿no se te ocurre alguno? A mí, sí: varios y muy cercanos.

Por otro lado, algunos de sus documentos han sido verdaderos best seller no sólo en el momento de su publicación sino también hoy, lo que habla de su actualidad, como la Laudato si, o la Fratelli tuti, o, en otro ámbito, el Christus vivit, sobre los jóvenes. En el primero cobra vida ese querido hermano Francisco que hablaba con la creación y descubría su misión de cuidador y de hermano de cada criatura; lo hace con su espíritu pero afrontando los problemas de la casa común del siglo XXI. No deja de apelar a la paz y a la amistad cívica entre las naciones y entre todas las personas, sobre todo desde el inicio de la guerra de Ucrania, y en la Fratelli tuti entrega pautas para hacerlo realidad y que no queda en un mero sueño. Mientras que en el diálogo con los jóvenes actuales que es al Christus vivit, acoge todas sus preocupaciones se inquietudes y les ofrece la aventura de la vida: atreverse a conocer al que es la Vida, Cristo.

En definitiva, son 10 años guiando la Iglesia, como sucesor de Pedro y como cabeza visible que le da unidad frente a la tentación de desunión. A su estilo y en continuidad. 

Esther Gómez, Directora Nacional de Formación e Identidad, UST

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