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Columnista

La importancia de las emociones en la educación

Alejandro Mege Valdebenito.

por Alejandro Mege Valdebenito.

La infancia y la adolescencia constituyen una auténtica oportunidad para asimilar los hábitos emocionales fundamentales que gobernarán el resto de nuestras vidas.

Daniel Goleman.

Que la dimensión emocional es una condición necesaria en el aprendizaje, ha sido una materia ampliamente estudiada y difundida, sin embargo aún no ha sido incorporada de manera efectiva y sistemática en el quehacer educacional, deficiencia  que ha ido cobrando mayor relevancia por efectos de la pandemia sanitaria donde el confinamiento de los escolares en sus hogares y la educación telemática,  puso distancia  física y emocional entre alumnos y profesores, aislando el efecto humano de la educación presencial, donde las emociones son esenciales en la socialización y la interacción de los alumnos con sus pares y sus profesores, lo que ha tenido un evidente impacto en el retraso del aprendizaje  y la formación integral dejando en evidencia cuán  importante resulta  la relación afectiva cara a cara entre alumnos y sus profesores, donde se expresan de manera concreta y cercana los afectos y el interés que media, orienta y fortalece el proceso de enseñar y aprender.

Como resultado de la revolución educativa donde, especialmente la teoría de las inteligencias múltiples, se destacó el rol de las emociones como uno de los aspectos fundamentales en la formación integral  de los estudiantes, quedando en evidencia que el verdadero acto educativo solo es posible cuando interactúan lo cognitivo y lo emocional, constituyendo el equilibrio de ambos el factor  aglutinante que permite edificar  la personalidad del individuo, siendo la emoción la toma de consciencia del ser humano.

Dentro del proceso educativo ha primado la atención en los aspectos cognitivos sobre los emocionales, condicionando a los profesores a poner su atención en los primeros por cuestiones administrativas y financieras, más que pedagógicas; exigiendo al  sistema educativo  rendimientos cuantitativos más que cualitativos, en una competencia  por la obtención de puntajes en un ranking nacional que certifica la calidad del aprendizaje, independiente de las condiciones en que se obtenga y cuyos resultados  son utilizados para clasificar a los establecimientos educacionales como buenos, regulares y malos (el semáforo educativo) incluso para calificar el trabajo profesional docente y su estabilidad laboral, dejando en un segundo o tercer plano la atención de los factores emocionales, incluso considerándolos como elementos separados, desconociendo el impacto de la emocionalidad en los resultados educativos.

Un alumno solo aprende lo que quiere aprender, aquello que lo motiva,  que  impulsa la necesidad de aprender, de ahí que en el ámbito escolar el profesor -en el hogar es la familia- es un factor transcendente en el acto pedagógico, tanto en la transmisión de contenidos culturales como en la manifestación de sus propias emociones y la relación de éstas con las de los estudiantes. Esta relación humana de conocimientos y emociones, permite un aprendizaje autónomo y permanente que puede ser utilizado para resolver situaciones concretas  más allá del ámbito escolar.

En el  éxito educativo del estudiante es importante la imagen que tenga de sí mismo, lo que está unido a sus emociones y sentimientos  que dependen de su relación y del trato que recibe de parte de sus profesores, donde la  imagen que el profesor tenga de sí también influye sobre las emociones de los alumnos. De ahí que el autocontrol y el reconocimiento de la importancia de las emociones en el proceso educativo por parte del profesor es un factor que las investigaciones y las múltiples experiencias reconocen como fundamentales.

En un reciente estudio realizado por Educación 2020 los profesores encuestados reconocieron  que en contexto de la pandemia  el acompañamiento emocional a los/as estudiantes es más importante que la enseñanza de contenidos. A su vez, los estudiantes reconocieron que emociones como aburrimiento, ansiedad, molestia, frustración y estrés eran los sentimientos negativos que más experimentaban. Solo un 2,6 % de los estudiantes expresaron ser felices por estar en casa. A su vez los apoderado reportan que les ha resultado difícil acompañar  emocionalmente a sus hijos, situación que ha sido más complicada en el grupo socioeconómico más bajo.

Resulta entonces, que el factor emocional en la educación es una tarea que ni la familia ni el profesor  pueden dejar de considerar.

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