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La Tribuna
Columnista

A 199 de la muerte del general José Miguel Carrera

Zenón Jorquera Figueroa

por Zenón Jorquera Figueroa

El sicólogo francés del siglo XIX, Gustave Le Bon, dijo que un pueblo prospera cuando posee mitos religiosos o políticos capaces de estimular sus esfuerzos; declina cuando el poder de sus mitos palidece. La palabra mito suele tener una connotación peyorativa, cuyos sinónimos son fábula, leyenda, ficción, invención, cuento. La historia se narra con algo de fabulación y muchas veces con bastante imaginación. Así, como algunos historiadores, investigadores o narradores ensalzan figuras, otros las rebajan, disminuyen, humillan. Entendiendo que no es aconsejable continuar estudiando a los héroes emancipadores con criterio polémico.

La vida, obra y muerte del general José Miguel Carrera -para algunos- tiene algo de mito. Sin embargo, la rigurosidad de varios estudiosos dan cuenta de sus verdaderas cualidades y el valor que en realidad tienen; que sus acciones fueron realidad, y su trayectoria nos es un mito de Grecia.

Enseñar a conocer nuestros héroes es enseñar a identificarse con ellos; ensalzar sus virtudes y sus sacrificios, como también reconocer su errores, propio del ser humano.  

El 4 de septiembre de 1821 es fusilado en Mendoza, hace 199 años, el que dijo libertad antes que nadie (Neruda), el primero que miró con saña el cordel del extraño servilismo, y encendido en patriótico heroísmo, él fue el primero que se opuso a España (Guillermo Matta).

Cuando Carrera entró de lleno a la vida pública, en 1811, era un joven inexperto en materias de gobierno, pero traía desde Europa la experiencia de haber participado en el ejército español, como Teniente en el regimiento de Farnesio, haber luchado contra Napoleón y los invasores de España; luego sargento mayor de los húsares de Galicia.

A su regreso a Chile, se abocó de inmediato a la causa revolucionaria. Su primer gobierno lo dirigió militarmente desde los 27 a los 29 años, disolvió el Congreso y dio cimientos a las instituciones democráticas de nuestra patria. Sus obras son muchas: hizo publicar La Aurora de Chile, estableció relaciones comerciales con Estados Unidos, creó la primera bandera nacional, que habría sido presentada e izada por primera vez el 4 de julio de 1812, en una cena con el cónsul estadounidense Joel Roberts Poinsett para celebrar el aniversario de la independencia, bandera bordada por su hermana, doña Francisca Javiera Eudocia Rudecinda de los Dolores Carrera Verdugo, la misma que bailaba la resfalosa, hermosa, fina y valiente y su mirada orgullosa, según el recordado profesor folkorista Rolando Alarcón). Sin duda, la obra más importante de su período fue el reglamento constitucional, audaz paso para el logro de nuestra soberanía.

En fin, es mucho más lo que se puede recordar del prócer; sin embargo, esta columna tiene por objetivo que no pase inadvertido un hecho histórico que marcó profundamente nuestra vida republicana, y cuyo trasfondo da mérito a otros profundos estudios para verificar su verdadero sentido, significado y repercusiones.  

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