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Columnista

Las familias y la ética en las relaciones humanas

Leslia Jorquera

Horacio Salgado Fernández,  director de Psicología Universidad San Sebastián.

por Leslia Jorquera

La conformidad social, estudiada por la psicología desde hace 90 años, consiste en un proceso en que las personas que forman parte de un grupo llegan a modificar sus conductas, opiniones o percepciones ajustándolas a las del resto del grupo.

Uno de los desafíos más apremiantes actualmente para las familias, en el contexto de los diversos cambios que experimenta nuestra sociedad, consiste en educar a las nuevas generaciones desde un punto de vista ético.

La seguidilla de situaciones que se han ido develando a nivel internacional y nacional, en relación a conductas de ciertas personas (ya sea prominentes o pequeñas figuras del mundo del espectáculo, la política, la religión o la academia, entre otros) y que sobrepasan absolutamente lo impropio, es un escenario propicio para preguntarnos respecto de qué rol le cabe a padres y madres respecto de conductas que un juicio apenas racional debiera descartar por su total inadecuación.

La conformidad social, estudiada por la psicología desde hace 90 años, consiste en un proceso en que las personas que forman parte de un grupo llegan a modificar sus conductas, opiniones o percepciones ajustándolas a las del resto del grupo, de modo que si los otros miembros del grupo afirman algo o se comportan de determinado modo, el resto seguirá dicha pauta. Por contrapartida, la investigación en Psicología ha evidenciado que ante situaciones en que alguien requiere la ayuda de otros, las personas suelen no prestar dicha ayuda si nadie lo ha hecho primero.

Tales fenómenos psicosociales permiten explicar, pero no justificar, el hecho de que muchas veces en esta oleada de revelaciones nos sorprendan declaraciones de personas que indican haber conocido o presenciado las conductas ahora develadas. En general, tendemos a tolerar conductas que no se ajustan a una cultura del respeto.

Padres y madres, en ese contexto, tienen un rol relevante en vistas de que la formación ética predomine tempranamente en las interacciones personales de nuestras hijas e hijos, a fin de que la conformidad social o la inhibición ante necesidad de ayuda sean desactivadas ante situaciones en que dicha cultura del respeto sea perturbada. La educación ética de las nuevas generaciones, y el modelo que los mismos adultos constituyen, es una piedra angular para fundar el futuro de nuestra sociedad.

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