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La Tribuna
Columnista

Lo esencial puede ser invisible al Simce

Leslia Jorquera

Verónica García Luarte, directora de Educación Diferencial

Universidad San Sebastián.

por Leslia Jorquera

 Así, nuestros niños y jóvenes siguen a diario sufriendo por ser víctimas o victimarios sin que se les acoja, sin que se les oriente, sin que se les enseñe.

La prensa y las redes sociales nos han bombardeado de información sobre Katherine Winter, una adolescente de 16 años, estudiante del Colegio Nido de Águilas, desaparecida y encontrada muerta en un café en Providencia. Habría sido víctima de cyberbullying. Una situación única, dramática e incomparable, porque cada situación es particular y cada víctima –directa o indirecta- lo vive desde sí misma y su propia realidad. 

Los análisis pueden ser muchos y desde distintas perspectivas, partiendo por qué lleva a una joven, talentosa y alegre –como la han descrito- a tomar una decisión así; siguiendo por las relaciones de familia, los amigos, el tiempo que se pasa conectado a las redes sociales y a los tipos de relaciones que en esos espacios se establecen. 

En esta oportunidad y considerando que casos como el de Kathy se repiten a diario en los establecimientos educacionales, quisiera detenerme en la responsabilidad de quienes ahí ejercen tareas de liderazgo: equipos de gestión y profesores, que son los llamados a educar, a formar en convivencia y buen clima, a través de una planificación que resulte coherente con el proyecto educativo institucional, el reglamento de convivencia y el plan de mejoramiento escolar.

El solo hecho de estar en una sala de clases es una experiencia de aprendizaje sobre cómo se convive, pero como tal, debe ser mediada y, desde la teoría del andamiaje, proporcionarle a los niños y jóvenes, recursos que les permitan llegar a ser independientes y autorregulados en el desarrollo de sus habilidades de interacción social y, a partir de eso, puedan conformar una comunidad, sustentada en el respeto mutuo. El punto está en que la convivencia escolar se ha quedado en el discurso y en la política definida en instrumentos normativos que no han logrado permear la cultura ni las prácticas escolares. Así, nuestros niños y jóvenes siguen a diario sufriendo por ser víctimas o victimarios sin que se les acoja, sin que se les oriente, sin que se les enseñe y, los padres, viven agobiados por ver a sus hijos sufrir, por no encontrar respuestas en los educadores y sentir invisibilizados a sus hijos y sus demandas, por tener que recurrir al cambio de establecimiento como alternativa de solución, cuando, sin duda, no lo es.

Los equipos de gestión, los profesores – y también los padres- deben comprender que el tema de convivencia no puede ser considerado menor o de segunda categoría respecto de lo curricular, pues es a partir de él que se genera un clima propicio para el aprendizaje tanto de habilidades académicas como socioemocionales y, resulta fundamental para formar ciudadanos, para la democracia y la paz. Desde ahí que resulte imprescindible que asuman la urgencia de gestionar la convivencia, relevando la educación en valores, el amor y la afectividad, promoviendo el buen trato y el respeto, de manera directa y concreta, en la convicción de que mucho más allá que un puntaje Simce o un ránking PSU lo verdaderamente importante, lo trascendente en educación es educar para la vida, transformar para la vida y, que lo esencial… puede ser invisible al Simce.

Verónica García Luarte, directora de Educación Diferencial

Universidad San Sebastián.

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