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Columnista

Como leños en el fuego: Tengo ganas de encender una llamarada de adjetivos para ti

Leslia Jorquera

Ives Ortega

Poeta.

por Leslia Jorquera

“Una cortina de humo transita errante, también, hacia el sur, similar a la espesura provocada por las chimeneas encendidas en invierno”.

Apenas descendí de la nave, sentí que el discurso del cambio climático estaba siendo sobrepasado aquí en Chile, mientras en el norte, los desiertos, son abofeteados por una lluvia de granizos, desde las cumbres se vienen aluviones causando estragos en algunos poblados del interior de Antofagasta. Más abajo -entre los senos y el ombligo-, en la zona centro sur,  las altas temperaturas se suman, a la polución de las “mal olientes” industrias como la Celulosa, el polvo en suspensión y los bocanadas de gases que emanan desde el total de tubos de escape - la alta concentración de vehículos en circulación, pasó los límites-.

Una cortina de humo transita errante, también, hacia el sur, similar a la espesura provocada por las chimeneas encendidas en invierno, humo que enviúdese todo lo fecundo de las hembras del bosque nativo, viaja al antojo del soplido del viento, con sus lenguas coloradas y amarillas que arden, tanto como la basura que pilla a su encuentro, provocando que huyan en todas las direcciones, los que han alcanzado hacerlo. Con sus pelajes chamuscados, las madres cargando sus crías en el hocico, las familias rescatando al anciano postrado, al perro de la techumbre que se vino abajo, con una pierna menos producto de la motosierra que ayuda a crear un corta fuego, los bomberos que caen luchando, los hijos esperan a sus padres y sus madres.

Miles y miles de hectáreas grises, es el panorama que muestran los medios oficiales y privados. -“Un incendio sin precedente en la historia de Chile”, -“nunca se había visto algo de esta dimensión”, -“un incendio de estas proporciones, nadie se lo imaginaba”, relatan. El incendio forestal en Nilahue Barahona, en la comuna de Pumanque, por ejemplo, podría convertirse en el siniestro más importante de los últimos 50 años, el fuego ya ha consumido más de 22.000 hectáreas. 

No obstante, ya en el periodo de “Conquista y Asalto”, la utilización del fuego fue recurrente -no para abrir campo- “Los españoles, con oficio conocido eran de mineros y no de agricultores”. El fuego, fue uno de los métodos para acorralar y saquear a la población autóctona que ofrecía resistencia, quienes en menos cantidad se replegaban en las zonas montañosas o hacia la costa, por muchos años el Edén ardió en llamas, sucumbiendo con ello, las fuentes alimenticias, expandiéndose también, las plagas, la mortandad humana y animal. La historia oficial en los textos escolares, trasmiten un sinnúmero de experiencias – posteriormente- colonizadoras.

Vicente Pérez Rosales, a cargo de colonización del Gobierno de Chile a mediados del siglo XIX, hizo prender fuego a cientos de miles de hectáreas, provocando un incendio que unió Valdivia con Lanco, esto es de mar a cordillera, y ardió por meses. Las experiencias son muchas; los colonos al no poseer mano de obra suficiente, aplicaron la costumbre de quemar todo lo que impidiera el trabajo de la agricultura y la ganadería, y sabemos del frenesí que provoca el encender fuegos para “rozar” montes arrebatados en flora y fauna.

Hay que darse prisa para “reforestar”, tal cual lo ordena el Decreto Nº 701, cuando plantea que Reforestación es: “La acción de repoblar con especies arbóreas o arbustivas mediante plantación, regeneración manejada o siembra, un terreno que haya sido objeto de explotación extractiva en un período inmediatamente anterior”, lo que ha permitido la instalación de plantaciones de eucalipto y pino insigne, incidiendo en la desertificación, la eliminación de la capa vegetal y la erosión de los suelos, afectando gravemente la existencia de un ecosistema, del cual, supervivimos mestizos, parientes y guachos, en este país. Lo que se quema hoy, algún día ya se quemó, como libros en otra época, según la voluntad de sus mandantes la gran familia nacional e internacional que controla el valor económico y también de nuestras vidas. Ese que dicta la pauta de lo que se tiene que decir, como lo que se tiene que callar.

Ives Ortega

Poeta

 

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