La reforma educacional del año 2000 ya buscaba un cambio en el concepto de enseñanza, e intentaba  mejorar el uso de los tiempos por parte de los menores.

 

Mucho se ha debatido en las últimas semanas respecto de la conveniencia o inconveniencia de dar tareas escolares para la casa, principalmente a niños de educación básica. Ha sido una discusión que ha incluido argumentos pedagógicos, sociales o culturales, y que, además, ha visibilizado el estrés que podrían vivenciar tempranamente los niños por la presión que algunos establecimientos educacionales realizan con el objeto de mejorar sus niveles de rendimiento -sobre todo frente a evaluaciones externas- y por ende a mantener o elevar el reconocimiento que han tenido por su trayectoria a través del tiempo.

Sería interesante identificar cuál es el sentido que el colegio y el profesor le da a las tareas escolares, si se busca apoyar lo que se revisó en clases, abordar algo  que no alcanzó a ser revisado, evaluar si existe compromiso de los padres o simplemente dar actividades para mantener a los niños ocupados.  El hecho de conocer este objetivo nos permitiría, entonces,  ver cómo abordar el problema que el profesor o el colegio han detectado y buscar una forma creativa y eficaz de abordarlo sin por ello usar a los niños como medio para resolver algo que puede tener un origen distinto.

La reforma educacional del año 2000 ya buscaba un cambio en el concepto de enseñanza, e intentaba  mejorar el uso de los tiempos por parte de los menores. En esa época se habló que el aumento de la jornada escolar traería como uno de sus beneficios el término sostenido de la tareas para la casa, lamentablemente algo ocurrió con dicha promesa que no fue cumplida y 16 años después seguimos discutiendo lo mismo.

Hoy, el sistema escolar destina una cantidad de tiempo importante para las clases y, además, muchos profesores suman tareas para la casa. Así, lo que hacemos con los escolares es restarle tiempo al descanso y también a la recreación. Los niños, al igual que los adultos, deben destinar su tiempo a tres cuestiones básicas: trabajo, descanso y recreación, si rompemos ese equilibrio no estamos haciendo bien las cosas.

Pareciera que así como los adultos chilenos tenemos jornadas laborales extensas, esperamos que nuestros hijos tengan jornadas escolares extensas también, con trabajo y tareas para la casa,  como si eso los preparara para la vida adulta. Algo entonces no está funcionando bien en el sistema escolar y en nuestra sociedad, tal vez el eliminar las tareas permitiría distribuir mejor el tiempo entre recreación, estudios, descanso y vida familiar que nuestros hijos necesitan y, quién sabe, podríamos aspirar a que estos niños -futuros adultos- puedan tener una mejor calidad de vida.

Alexis Soto

Psicólogo, Magíster en Educación

Director Escuela de Psicología

Universidad Mayor sede Temuco