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Leslia Jorquera

Max Colodro

Escuela de Periodismo

por Leslia Jorquera

El ex Presidente Lagos ocupó entonces un espacio de deliberación crítica frente al gobierno, buscando instalar la disputa entre ‘continuidad’ y ‘rectificación’ como el eje que defina la próxima contienda.

 La anticipada instalación del ex Presidente Ricardo Lagos como alternativa para las elecciones de 2017, es una señal más del complejo cuadro de tensiones y debilidades que hoy recorre al oficialismo.

Un gobierno sin conducción y con su principal líder quebrada emocionalmente; con partidos aliados que se califican entre sí de ‘sectarios’, ‘corruptos’ y ‘golpistas’; donde los disensos impiden avanzar en proyectos emblemáticos como la reforma laboral; y que se infringe autogoles insólitos como la decisión de La Moneda de restringir el acceso de los periodistas a las comitivas presidenciales. En síntesis, un ambiente de extendida confusión y desánimo, que se retroalimenta con niveles de aprobación congelados hace meses en torno al 25%.

Ricardo Lagos vio en este contexto una oportunidad y decidió salir de cacería. Ha buscado situarse como un dique frente al ímpetu refundador de la Nueva Mayoría, y desde hace un tiempo se encuentra decantando las ‘ideas fuerza’ de su futura apuesta política.

La semana pasada puso sobre la mesa el imperativo de acuerdos amplios para dar viabilidad a los cambios, habló de responsabilidad fiscal y de ingresos permanentes del Estado para financiar nuevas prestaciones públicas, y dejó en claro que una sociedad de derechos no existe sin deberes compartidos.

En rigor, ha acentuado la ruptura con aspectos medulares del imaginario oficialista, una tarea que el ex mandatario puede desplegar a sus anchas ya que la oposición política no tiene, hasta ahora, la decisión o capacidad de hacerlo.

Consciente de ese déficit, el ex Presidente Lagos ocupó entonces un espacio de deliberación crítica frente al gobierno, buscando instalar la disputa entre ‘continuidad’ y ‘rectificación’ como el eje que defina la próxima contienda.

Asíla distancia creciente entre vieja Concertación y Nueva Mayoría podría terminar finalmente copando el escenario político y su proyección electoral, dejando a Chile Vamos como un virtual tercero excluido, es decir, como el involuntario espectador de una disputa que tiende cada vez con más fuerza a desarrollarse en el campo de la centroizquierda.

La lógica del rechazo y la resistencia a la agenda que el gobierno lleva adelante está de algún modo agotada. El daño al proyecto de transformaciones que encarna la Nueva Mayoría está hecho y a ello contribuyeron más los casos Caval, SQM y las desinteligencias en la implementación del programa, que los eventuales aciertos de la oposición.

Con todo, lo esperable era que en este cuadro la centroderecha tuviera la capacidad de construir y representar una real alternativa de futuro, pero ese esfuerzo está siendo hoy mejor logrado por la claridad estratégica y la sutileza táctica de Ricardo Lagos.

Es quizá el síndrome de un sector que en el último cuarto de siglo se acostumbró a mirar el partido desde la gradería, y que ahora está amenazado por la posibilidad de quedar sometido a un clivaje político ajeno, que tensionará sin duda a la centroizquierda, pero que a la larga también puede ayudarle a asegurar su continuidad en el poder.

Max Colodro

Escuela de Periodismo

 

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