El 1 de octubre se celebró en todo el mundo el Día Internacional del Anciano, instituido por laOrganización de las Naciones Unidasen memoria deEma Godoy Lobato, escritora mexicana que dedicó su vida a trabajar incansablemente por ellos.

En la Fundación Las Rosas no lo celebramos, y puede resultar paradójico. No lo hicimos porque para nosotros los 365 días del año, con sus 24 horas, son todos días del anciano. Nuestro trabajo por ellos es constante y permanente, y nuestra misión de acogerlos, alimentarlos, acompañarlos en la salud y prepararlos para su encuentro con el Señor, no tiene descanso, y nos obliga a compartir diariamente con ellos, entregándoles nuestro cariño, siempre preocupados por su bienestar.

Chile envejece con rapidez. Las mejores condiciones socio-económicas, los avances médicos y por sobre todo, la grave disminución de nuestras tasas de natalidad, hacen que hoy exista una mayor cantidad de ancianos con una mayor longevidad. En las tres últimas décadas, la cantidad de adultos mayores peligrosamente se ha más que duplicado en nuestro país, por lo que hoy, y cada vez más, debe ser un tema de profundo análisis y reflexión, sobre todo porque día a día aumenta el número de abuelos solos y abandonados, muchas veces hasta por sus propios hijos. A diario golpean nuestras puertas para encontrar un hogar donde se les acoja y se les trate con cariño, pero no tenemos espacio para recibirlos. Nos duele, pero no podemos acogerlos.

A lo largo de nuestro país, la Fundación posee 34 Hogares, con 2250 abuelos residentes, 160 de ellos están en nuestra VIII Región, un hogar en Arauco y otro en Talcahuano. Queremos construir uno en Los Ángeles, pero no tenemos los medios para hacerlo. Sabemos que existen en esta ciudad muchas personas generosas que, con su aporte económico y con su oración, nos podrían ayudar en esta noble tarea de levantar aquí un hogar para acoger a ancianos pobres, desvalidos y abandonados. Nosotros nos sentiríamos muy felices cuidándolos. En el tiempo de tranquilidad que Dios les regala vivirían con nosotros y ellos, como los niños, agradecerían la compañía, el consuelo, el cuidado y cualquier gesto de cariño que se les diera.

Haciendo eco a unas palabras pronunciadas por su antecesor Benedicto XVI, el Papa Francisco, refiriéndose a los abuelos en su Catequesis de la Familia, nos recuerda que la calidad de una civilización se juzga también por cómo se trata a los ancianos, y por el lugar que se les reserva en la vida común, y, con palabras muy fuertes, nos dice que si en una sociedad no se da espacio a los ancianos y se les descarta de la vida social, es porque ella lleva consigo el virus de la muerte.

Abelardo González A.