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La Tribuna

El caso de Miguel Ruiz, el poeta itinerante que está de vuelta en Los Ángeles

por Juvenal Rivera Sanhueza

Después de más de 20 años de ausencia en la ciudad, el vate recorre las calles para ofrecer sus creaciones literarias.

Miguel Ruiz con sus poemas en el brazo. / La Tribuna

Miguel Ruiz viste impecable. Zapatos negros, pantalón azul marino perfectamente bien planchado, chaqueta de paño color café con tenues líneas verticales y horizontales, una vistosa corbata roja que contrasta con la albura de su camisa. El conjunto se cierra con boina en el mismo tono de la chaqueta, y una barba muy frondosa y blanca.

Al verlo en estos días previos a la Navidad, perfectamente se podría pensar que es el Viejo Pascuero. Como si antes de la extenuante jornada que le espera en la noche del 24 y en la madrugada del 25 de diciembre, fuera un simple ciudadano que una mañana de verano recorre las calles de una ciudad que podría ser cualquiera.

Pero no.

Miguel Ruiz transita por calle Baquedano, casi al llegar a José Miguel Infante. En una maleta negra con ruedas algo deterioradas por el trajín, las calles con un pequeño tesoro que lleva en su maleta con ruedas: una carpeta repleta de poemas de su autoría. Más de 100, dice.

Es que, como el mismo se encarga de explicar, es un vate itinerante que vende sus creaciones a quien se interese. A 2 mil cada uno.

Sus poemas, que tiene debidamente inscritos como propiedad intelectual, hablan de los más diversos temas: de ciudades, de oficios, de amor y desengaño. Algunos dedicados a Los Ángeles pero también para las urbes del sur que conoció en su permanente peregrinaje.

Después de más de 20 años, Miguel Ruiz está de vuelta a Los Ángeles, la ciudad de la cual es originario. De la población Orompello para ser más específico. De sus pasos en el Deportivo Atlas y en las inferiores de Iberia.

Durante mucho tiempo - en el último tiempo - vivió en Río Bueno donde también desarrolló el mismo oficio de poeta itinerante. Solo volvía a la ciudad por un tema puntual, para visitar a un pariente, para despedir a alguno.

Miguel Ruiz es muy convincente, histriónico, ceremonioso. Declama cada poema de su autoría con su voz, grave y profunda. Entona cada palabra para darle una cadencia, un ritmo, cierta prosodia. Muchos párrafos los declama de memoria.

Cada poema - asegura tener un centenar en la carpeta - lo tiene al abrigo de un plástico transparente. Cada uno está debidamente ilustrado. Más de uno está traducido al inglés o, incluso, al portugués.

Después de una amena plática, llena de recuerdos de sus tiempos mozos, de las personas que conoció cuando era joven, Miguel Ruiz toma su maleta y con su estampa imponente se aleja para seguir ofreciendo sus poemas.

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