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La Tribuna

El generoso trabajo comunitario de jóvenes misioneros en localidades de Los Ángeles

por Alejandra Sánchez

Destinan sus vacaciones para lo que ellos consideran como una de sus actividades más importantes e impostergables: su misión cristiana.

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Compromiso y solidaridad cristiana son las palabras que mejor describen  el espíritu de los cientos de jóvenes misioneros que participan en la importante iniciativa de la pastoral UC,  “Misión País”.

Cada verano e invierno, son estos jóvenes, la mayoría de ellos estudiantes de la Pontificia Universidad Católica de Chile, que unidos por su espíritu misionero optan por el trabajo comunitario y generoso al servicio de los demás.

Quienes sin dudarlo, destinan más de una semana de sus vacaciones para lo que ellos consideran como una de sus actividades más importantes e impostergables: su misión cristiana.

Muchos de ellos tienen alguna historia o tradición familiar que desde pequeños los ha unido con esta iniciativa, la que no ven como un “panorama” de vacaciones, si no que como parte de su rutina.

Y algunos sectores de Los Ángeles como Saltos del Laja y Santa Clara recibieron la llegada de más de 50 jóvenes misioneros quienes durante una semana compartieron con los habitantes de dichas localidades, construyendo y transmitiendo el evangelio entre los vecinos.

La Tribuna FinDe compartió con estos jóvenes, evidenciando en terreno su gran compromiso y espíritu misionero.

CONSTRUYENDO ESPACIOS COMUNITARIOS

Trinidad De Irauarrizaga y Benjamín Icaza, son los jefes del grupo de estudiantes universitarios que llegó a realizar trabajos de construcción en la capilla de Santa Clara, con la edificación de una sala comunitaria para realizar diferentes actividades de dicha comunidad cristiana como la preparación de los niños para su primera comunión.

En este sentido, Trinidad contó que es la primera vez que trabaja como parte del equipo Misión País, luego de haber sido parte durante varios años de un Techo Para Chile, donde participó en distintas construcciones, con lo ya cuenta con una experiencia en este importante tipo de iniciativas.

Consultada por su experiencia en estas misiones, la joven universitaria enfatizó que “es una muy muy buena experiencia, y acá estamos disfrutando con todo, vale la pena estar en vacaciones acá, porque además conocemos gente nueva, realidades distintas, la comunidad nos ha tratado demasiado bien, entonces es una muy buena experiencia y vale 100% la pena”.

Del mismo modo, para Benjamín es su segundo año siendo parte de esta experiencia, el año pasado fui voluntario y ahora soy jefe, también he estado en otro tipo de construcciones. Hoy somos 27 jóvenes los que trabajamos en esta construcción”.

Si bien los Trabajo País son de la Universidad Católica, igualmente hay estudiantes de otras casas de educación superior que también participan como voluntarios del equipo. “Hay algunos voluntarios que son externos, sólo deben inscribirse, acá son todos bienvenidos”.

Pese a que el trabajo en terreno de la iniciativa se realiza en época de vacaciones, época que muchos estudiantes esperan para descansar, estos jóvenes misioneros se preparan para realizar un trabajo comunitario en alguna localidad del país.

“Es otro tipo de felicidad el que se encuentra en estas vacaciones, que es descansar, igual estoy con amigos, molestamos, tonteamos mientras construimos, entonces no lo vemos como un trabajo, sino como otro tipo de aprovecharlas. La alegría de la gente es lo más satisfactorio, son muy acogedores, y gran parte de eso es por lo que venimos acá, si fuera en una capilla vacía, y viniéramos sólo a construir sin conocer a la gente, no tendría sentido”, manifestó Icaza.

A lo que añadió que “estamos felices de trabajar, nos centramos en qué es lo que necesita cada zona, hemos construido capillas, bibliotecas, y acá nos dijeron que lo que más necesitaban era un salón para reunirse, hacer las catequesis, los niños que preparaban la primera comunión, y además estamos aprovechando este lugar que tiene un jardín increíble, entonces los estamos remodelando, limpiando, porque para los niños es otra cosa”, puntualizó Benjamín.

LA EXPERIENCIA DEL PRIMER TRABAJO EN TERRENO

Bernardita Correa, tiene 19 años, está en el primer año de su carrera universitaria, y es la primera vez que sale a terreno a ser parte de trabajo país.

La joven expresó que desde muy chica que va a misiones, al menos tres veces al año, pero nunca le había tocado trabajo, “lo he pasado muy bien, y me encantó esto de realizar una ayuda más palpable, porque misión era algo más espiritual, pero dejarlo con una construcción, en algo palpable, me encantó”.

Su experiencia y convivencia con la comunidad, al igual que sus compañeros ha sido muy gratificante, con una muestra de cariño y agradecimiento que simplemente, para ellos es impagable.

“Las personas con las que he compartido demasiado simpáticas, y también me invitaron a almorzar a la casa de una familia, y la señora nos recibió con un almuerzo exquisito, nos encantó compartir su experiencia sobre la religión, también lo importante que es para ellos este salón parroquial que estamos construyendo, y fue muy entretenido tener más contacto con ellos, porque también a veces uno no deja ese tiempo, porque está en la construcción”, detalló Correa.

Asimismo, la joven recalcó que “hay tiempo para hacer de todo, si uno se organiza, además con estas experiencias uno crece mucho, no está como sufriéndola ni por si acaso, lo pasamos muy bien ayudando”.

DE MISIONEROS A MISIONADOS

Otro de los grupos que llegaron a la zona, es la de 24 jóvenes de tercero y cuarto medio, como parte del proyecto Siembra UC, proyecto de misiones y trabajos de invierno para entregar una semana de sus vacaciones al servicio de Dios y el prójimo.

Tom Ávila, es uno de los jefes de zona que acompaña a este grupo de alumnos, encargado de organizar el funcionamiento de las misiones en este lugar. El joven explica que “para mí esto es todo, primero agradecimiento al señor por el semestre que tuve que pasé todos mis ramos, pero también por mi familia, en verdad, por todo lo que me ha dado, incluso tengo la oportunidad que mi hermana me acompañe en esto. Uno aporta el poco tiempo que, a veces se tiene, pero el señor le regala aún más, y le da la fuerza para hacerlo bien”.

A ello, agregó que “además, en el sentido práctico, nos hemos encontrado con Dios en cada una de las personas que hemos visitado. Siempre llegamos a la conclusión que finalmente uno sale misionado en vez de venir a misionar”, concluyó.

Josefina Irarrázaval e Ignacio Valdés, quienes son parte de este grupo de jóvenes que va puerta a puerta misionando, describieron esta experiencia como una de las mejores de su vida.

“Creo que uno siempre tiene que aportar con su granito de arena, y una manera que me encanta es misiones, esta es mi séptima por distintas partes, así que es maravilloso. También es darse cuenta de cuánto tiene uno, dar gracias a Dios, y devolver la mano, y esta es una muy buena opción”, subrayó Josefina.

A lo que añadió que “aparte de un crecimiento personal, uno aprende mucho, una manera de entregarse, creo que en verdad una de las mejores acciones que he hecho”.

En tanto, Ignacio Valdés, expresó que “me encanta hacer esto, a mí me llena estar aquí, me ha hecho crecer espiritualmente, porque esto me ayuda en lo mental y me fortalece como persona y católico”.

ROLES CRUZADOS

Arlette Torres, es vecina del sector la villa El Copihue en Saltos del Laja, y es la segunda vez que tiene la posibilidad de compartir con estos jóvenes, lo que coincidentemente le recuerda su juventud, porque ella también fue misionera.

“Es una experiencia súper linda, yo siempre misioné por el arzobispado de Santiago, cuando vivía allá, nosotros hace cinco años que estamos radicados acá. Entonces recibirlos a ellos es recordar lo que uno hizo hace 20 años atrás, y siempre es importante porque todos son jóvenes súper sanos, buenos estudiantes, y la verdad es que eso hace también que la gente se acerque a la iglesia, que es lo más importante, sobre todo en este sector”.

Además, esta instancia, también hace que los padres de Arlette vuelven a recordar cuando despedían a sus hijos que se iban a misionar. “Se comparte de todo, almuerzo, once, conversamos, juegos y hablar también de todo lo que está pasando en la iglesia hoy en día, y en general se hace una convivencia muy bonita, y el lazo ha seguido durante todo el año”, explicó Torres.

Finalmente, la vecina muy emocionada destacó que “demuestra que los jóvenes no únicamente son drogas, esto significa que todavía se puede luchar  por los jóvenes, y  es una demostración más que los jóvenes pueden hacer cosas, y es importante que se proyecte, que la iglesia que está tan abatida con todo esto que ha pasado en el mundo, no solamente aquí en Chile, ellos siguen alentando la palabra, siguen  luchando porque haya gente real, todavía sacerdotes que difundan la palabra de Cristo, y no se manche la imagen de la iglesia, que es súper importante”, puntualizó Arlette Torres.

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