Claudio Maldonado: El oftalmólogo que fijó su vista en Los Ángeles y se quedó

Claudio Andrés Maldonado Jiménez, nació en Talca en mayo de 1971, su enseñanza básica la hizo en dicha comuna, aunque hizo su enseñanza media en Los Ángeles en el liceo A-59 Los Ángeles, actual liceo Bicentenario.

Cuenta que “en la básica era un alumno regular, pero a partir de séptimo básico, no pregunten por qué, me empecé a sacar buenas notas y de ahí en adelante siempre fui el mejor alumno en mi curso, tanto cuando estuve aquí, como en Santiago”.

Relató, además que estudió en el Instituto Nacional, destacó que venía de estudiar “en una escuelita con número” en Ñuñoa y llegó al establecimiento educacional más importante de Chile, donde quedó en el Primero “Ñ”. “Éramos todos alumnos nuevos con promedio sobre 6,5; o sea háganse una idea de los que estaban en el Primero “A”… los antiguos con promedio 7”, explicó. Los cursos en su año, llegaban hasta la letra “P”.

Tras dos años se instaló en Los Ángeles, donde estudió en el liceo Bicentenario.

Respecto del cambio que hubo, sostuvo que “fue muy útil, porque la exigencia del instituto nacional fue enorme, pero sí te estimulan a estudiar, te ayudan, complementan las clases, no te dejan al margen”.

A ello, recordó que por un tema de salud, debió repetir primero medio en el Instituto Nacional, curso que dio en Los Ángeles, y que terminó sin problemas, debido a que venía con el ritmo de estudio.

“Fue una experiencia muy bonita, muy enriquecedora, ese orgullo con el que hablan los institutanos, yo estuve un año y lo llevo igual, uno adquiere ese espíritu igual”, aseveró.  

Asimismo, manifestó que desde la enseñanza media que siempre quiso estudiar medicina por incentivo de su madre, algo que tuvo claro y por lo mismo se motivó en que sus notas fueran las mejores.

ETAPA UNIVERSITARIA E INICIOS DE VIDA LABORAL

Una vez que sale del actual liceo Bicentenario, Maldonado tuvo la oportunidad de estudiar en la Universidad de Chile, “yo preferí la Universidad de Concepción por prestigio, porque estaba al lado de mi casa y porque tengo además un familiar, un hermano de mi madre, que había egresado de medicina de ‘Conce’, entonces todo eso me hizo elegir en primera instancia la Universidad de Concepción”.

En dicha casa de estudios, el ahora médico, hizo sus estudios de pregrado y según mismo relató, aunque esta vez no era el mejor alumno, sí pasó sus ramos sin repetir alguno.

Asimismo, destacó que su internado (lo que en otras carreras es la práctica) lo hizo en el recinto asistencial Víctor Ríos Ruiz, precisamente el lugar donde hoy trabaja.

“Conocí la realidad local, fue una bonita experiencia. Fue muy provechoso, porque como éramos cuatro internos en el hospital, en cada rotación que uno pasaba, podíamos hacer muchas cosas y los médicos nos incentivaban a hacer cosas”, recordó.

Tras salir, tomó el cargo de médico general de zona en el consultorio rural de Quilleco, donde estuvo seis años, lo que le permitió acceder a la especialidad de oftalmología, que para seguir en la misma línea, la hizo en la Universidad de Concepción.

Tras realizar su especialización, volvió a Los Ángeles. “Siempre quise volver, nunca estuve muy alejado de mis padres, yo viajaba seguido, incluso mientras hice mi general de zona en Quilleco -que fue una bonita experiencia-“.

FAMILIA

Mientras hacía su general de zona, Claudio Maldonado conoció a quien hoy es su señora y la madre de sus tres hijos, Carolina Chávez, quien hoy en día es pediatra en el hospital angelino.

“Ella trabajaba en Mulchén y yo en Quilleco. Debo sacarme el sombrero ante ella, los dos estábamos en las mismas condiciones para postular a una especialidad, ella quería una que podía haberla tomado por el puntaje que tenía, pero se daban sólo en Santiago y la que yo quería en ese entonces se daba en Valparaíso, Santiago y un cupo en Concepción y cuando llegó mi turno de elegir, el único cupo que quedaba era el de ‘Conce’, por lo tanto ella tuvo que dejar la especialidad que quería, que era neurología infantil y tomó pediatría acá, entonces no me queda nada más que admirarla y darle las gracias”, aseguró.

Pese a todo, dejó en claro que fue una decisión de familia, pero agradece el privilegiarla.

Respecto a cómo se conocieron, ella estando en Mulchén y él en Quilleco, Maldonado cuenta que “como médico general siempre teníamos reuniones aquí en Los Ángeles, teníamos cursos, o programas y ahí uno se va encontrando, así nos fuimos conociendo, aunque nos ubicábamos de antes, porque un primo de ella había sido compañero mío en el liceo y un día llegó acá cuando yo estaba de turno con apendicitis, pero no nos vimos más. Cuando nos conocimos, fue en las reuniones”.

Carolina y Claudio llevan ya 18 años de casados, con tres hijos, Andrés de 17 años, Carolina de 15 e Ignacia de 10.

Cuenta con orgullo que tanto Andrés como Carolina quieren estudiar medicina al igual que sus padres.

Considerando lo anterior, Maldonado fue claro en expresar que “no les hemos inculcado la idea de estudiar medicina, pero tienen a sus dos padres médicos y ven cómo funciona y les ha gustado, pero nunca les hemos dicho que tienen que estudiarlo (...) Nosotros sí queremos que estudien una carrera formal, porque más que por un buen pasar, que les permita hacer una vida relativamente tranquila, nuestra intención nunca ha sido que sean millonarios, sólo que les permita vivir bien, pero les inculcamos el valor de la familia”, destacó.   

Como ambos son médicos, siempre se ha recalcado lo difícil que es criar una familia, por el poco tiempo que tienen, en ese sentido, detalló que “el tiempo uno se lo hace, yo estoy casi todas las mañanas en el hospital, en la tarde en mi consulta, pero a las 7 o 7:30 de la tarde yo estoy en mi casa y no tranzo más allá. Rara vez trabajo los fines de semana, a menos que sean casos puntuales”.

Asimismo, destacó que decidieron dejar los turnos, sin ir más lejos, Carolina, su señora hizo el último el 27 de febrero de 2010, para el terremoto, todo esto para privilegiar a la familia.

“Ella trabaja de día, en las tardes termina más temprano, va a buscar a los niños al colegio, los ayuda en las tareas en las tardes, la vida en familia para nosotros ha sido lo más importante”, explicó.

En ese sentido, afirmó que lo que ellos quieren mostrarle a sus hijos es que la familia es el núcleo de la sociedad y como tal hay que reforzarla.

LA SALUD PÚBLICA

Respecto a su labor como oftalmólogo en el recinto asistencial Víctor Ríos Ruiz en Los Ángeles, declaró que “si uno lo mirara desde el punto de vista económico, obviamente que la parte privada deja mucho más que la pública, pero esta última te permite crecer como profesional mucho más que la parte privada, se pueden hacer más cosas, permite estar al día y obviamente la gente necesita que uno haga su trabajo y lo haga bien”.

En ese sentido, aseguró que a veces la gente se molesta porque no tiene horas, pero cuesta que lleguen médicos, porque la mayoría tiende a quedarse en Santiago, porque es allá donde tienen todas las facilidades para trabajar y especializarse.

Pese a ello, explicó que “vale la pena trabajar acá, porque a diferencia de Santiago, se puede hacer vida en familia. Yo almuerzo todos los días con mi señora, algo que probablemente en la capital no podría hacer”.

En cuanto a la vocación, dejó en claro que “eso es hacer lo que a uno le gusta, no es un sacerdocio, ahí hay que hacer la diferencia. Mucha gente dice que los médicos no trabajan en el servicio público porque no tienen vocación. Uno ama lo que hace, pero muchas veces el servicio público no tiene los medios para poder hacerlo y eso no es culpa de uno”.

Por último recalcó el buen trabajo que se ha hecho en el recinto angelino, donde, por lo menos en cuanto a maquinaria no hay mayores inconvenientes, expresó.