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La Tribuna

Comunas de Biobío reviven la Cruz de Mayo con procesiones, cantos y tradiciones populares

por María Paz Rivera Arévalo

En distintos sectores de la provincia, grupos familiares y comunitarios comenzaron los preparativos para "sacar la cruz", una de las etapas iniciales del rito, que se realiza cada 3 de mayo.

Cruz de Mayo / archivo

Con cantos populares, cruces engalanadas con copihues y procesiones por antiguos barrios mineros, las distintas comunas de la provincia de Biobío revivieron una vez más, una de las expresiones más arraigadas de la religiosidad popular chilena: la Cruz de Mayo.

A pesar del paso del tiempo y los cambios sociales y generacionales que ha vivido el territorio, esta festividad, que mezcla la herencia hispánica con las raíces campesinas y mineras del sur del país, se mantiene viva gracias al compromiso de vecinas y vecinos que, año tras año, rinden culto a la santa cruz como símbolo de fe, identidad y memoria colectiva.

¿EN QUÉ CONSISTE LA CRUZ DE MAYO?

La festividad, celebrada cada 3 de mayo, es el resultado de un largo proceso cultural que combina elementos traídos desde la España colonial —como la veneración a la cruz que, según la leyenda, encontró Santa Elena en Jerusalén— con prácticas devocionales campesinas del centro-sur chileno.

UNA TRADICIÓN VIVA EN LOS BARRIOS DEL CARBÓN

Desde el pasado fin de semana, en distintos sectores de la provincia, grupos familiares y comunitarios ya comenzaban los preparativos para "sacar la cruz", una de las etapas iniciales del rito que consiste en confeccionar una cruz de madera, pintarla de blanco y decorarla con flores, copihues, estampas religiosas y velas protegidas por faroles de latas recicladas.

De acuerdo con los antecedentes del escritor, Héctor Uribe Ulloa, una vez engalanada, la cruz es llevada en procesión por los barrios, en un rito que los lugareños llaman "salir a la cruz".

En cada casa visitada, los participantes entonan estrofas tradicionales que invitan a los moradores a entregar una limosna —ya sea en alimentos, dinero o bienes— en nombre de la santa cruz.

"Si usted tiene, no lo niegue / no le sirva de algún daño / por no darle la limosna / a la santa cruz de mayo", canta el grupo, acompañado por panderetas caseras, sonajas hechas con chapitas y tambores construidos artesanalmente.

En los casos en que no hay respuesta desde la casa visitada, los cantores entonan versos satíricos que han sobrevivido por generaciones, como: "Esta es la casa 'e los pinos / donde viven los mezquinos".

PROMESAS, ANIMITAS Y LA CENA DE DESPEDIDA

Una vez concluido el recorrido, que puede abarcar hasta ochenta casas en una sola jornada, los grupos procesionales se dirigen a un lugar sagrado para depositar la cruz. Puede ser una capilla, la gruta de la Virgen de Lourdes o alguna animita a orillas del camino, donde los participantes realizan promesas y peticiones, muchas veces asociadas a la salud o la protección de sus seres queridos.

La celebración culmina al día siguiente con una comida comunitaria, denominada popularmente como "La Pichanga". Allí, con lo recolectado, se prepara una cena sencilla pero cargada de simbolismo: longanizas con papas cocidas, huevos revueltos, sierra frita con repollo, refrescos para los niños y "jote" para los adultos. La velada se cierra con cantos y la promesa de volver a repetir la tradición el próximo año.

UN LEGADO CULTURAL QUE RESISTE

Diversos estudios han puesto en valor el carácter patrimonial de esta festividad. El profesor e investigador Héctor Uribe Ulloa, autor del estudio "La Cruz de Mayo, herencia cultural hispana: Breve estudio sobre su desarrollo en Lota, región del Biobío", destaca que esta manifestación constituye una pieza clave en la identidad lotina y forma parte de un fenómeno mayor de religiosidad popular extendido a lo largo de todo Chile.

Cabe señalar que, a pesar de los desafíos que implican la modernidad, la pérdida de referentes religiosos y el empobrecimiento de muchos sectores, esta tradición ha logrado persistir gracias al esfuerzo de las familias y agrupaciones locales. Hoy, muchas de estas manifestaciones son apoyadas también por centros culturales, parroquias y organizaciones vecinales.

HACIA LA PROTECCIÓN PATRIMONIAL

En este contexto, Pedro Ruiz Aldea, el que fuera el primer periodista que tuvo la ciudad y quien, gracias a su empeño, dio inicio a la época de los medios de comunicación a nivel local, describe esta celebración en sectores rurales de la ciudad de Los Ángeles, hacia el año 1865, del cual podemos hacernos una panorámica general de cómo era esta celebración en aquel tiempo y por lo demás, cómo este rito se practicaba en sus alrededores.

"Para ese día se daban de mano todas las ocupaciones, se estrenaban los vestidos, se degollaba la vaquilla, se mataba el pavo... la gente recorría las calles, visitaba las chinganas, acompañaba las cruces... Aquello era entonces un público regocijo, del que participaban a la vez los del campo y los del pueblo, según sus haberes y comodidades... La invención de la santa cruz era el exterminio de los animales bípedos y cuadrúpedos, la ruina de los bosques, porque la gente no se contentaba con una sola cruz, sino que daba veinte de aquellas" (12).

La esperanza, dicen, es que las nuevas generaciones sigan aprendiendo estas canciones, recogiendo copihues, vistiendo cruces y saliendo por las calles no solo para pedir limosnas, sino para mantener viva una de las tradiciones más antiguas y significativas del sur chileno.

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