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Sor María Paulina: "La felicidad la encuentra la persona que mira más allá de sus propias necesidades"

por Claudia A. Fuentes Riveros

Desde el Monasterio de Las Clarisas, y a pocos días de haber cumplido 25 años de Profesión Religiosa, la Madre María Paulina de Jesús Crucificado, accedió a esta entrevista con La Tribuna, para compartir parte de su vida de consagración a Dios, su vida y cómo fue el proceso de descubrir su vocación.

Sor María Paulina /

“Lo que me ha movido, desde el principio, en todas mis búsquedas es el Amor (...) estoy convencida de que la felicidad la encuentra la persona que mira más allá de sus propias necesidades, es por eso que siento que soy muy feliz con mi llamada y elección”. 

Así de enfática es Sor María Paulina, una mujer que decidió consagrar su vida a Dios, y que día a día desde el Monasterio de Las Hermanas Clarisas se funde en oración por todos y todas la Humanidad.  “Como mujer consagrada, mi realización la vivo en el encuentro con la Palabra de Dios, confrontarme a través de ella y poner cada día mi mente y mi corazón en Jesucristo y en los valores evangélicos. Desde ahí puedo escuchar su Corazón Divino que se nos ha revelado en su Encarnación y, escuchando este corazón es como mi corazón se ensancha, crece y va adquiriendo nuevas fuerzas para donarse cada día más hasta llevarme a desear dar la vida por los hermanos, por la humanidad.  En el fondo esa es mi misión: dar la vida en silencio, pedir por aquellos que no conocen a Dios, presentar a Dios las necesidades del mundo”, confidenció.

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SU ORIGEN Y FAMILIA

La hermana María Paulina, es originaria de Rancagua, es la primera dos hermanos, y proviene de una familia católica.  Sus padres desde muy jóvenes le transmitieron el don de la Fe.

“Desde muy pequeña participaba en las procesiones en el mes de María, hacia ella sentí desde mis primeros años una cercanía y devoción especial que me acompaña hasta el día de hoy”, contó. 

Destacó en su enseñanza básica por ser una excelente alumna y además, participar activamente en diversas actividades como teatro, ballet, arte, folclore y, gimnasia artística, que fue su gran pasión.  “Hasta la edad de10 años vivía la fe sin participar mucho en alguna Parroquia, aunque nunca perdí la sensibilidad por lo espiritual, recuerdo la gran emoción que sentía al participar en la Eucaristía, algo que me era muy difícil de explicar”.

“Mis estudios se daban con normalidad, pero llegó un momento en el que comencé a cuestionarme el por qué no realizaba las mismas cosas que el resto de mis amigos y compañeros, fue así que me alejé un poco de la Iglesia e intenté – según mi pensamiento de aquel entonces- “llevar una vida normal”. Hice lo que toda joven a esa edad hace, fiestas, pololeo, etc., pero en medio de todo ese ir y venir de cosas sentía un vacío muy grande en mi interior”, contó.

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VOCACIÓN: INCERTIDUMBRE Y DUDAS

“Puedo decir con certeza y por experiencia que las palabras mueven, pero los ejemplos arrastran.  Mi profesora de religión en la enseñanza básica fue una persona que marcó mi vida de Fe además de mis Padres, ella transmitía una pasión por Jesús tan grande que me llevó a cuestionarme a los 13 años la posibilidad de consagrar mi vida a Dios”.

Este deseo se la hermana María Paulina, se cruzaba con los temores, y cuestionamientos.  “Obviamente no sabía mucho en qué consistía, pero en mi inocencia comprendía que era ser toda de Dios y eso llenaba mi corazón de alegría, pero luego me inundaba otro pensamiento: “estoy loca”.

Fue así, que mientras estaba en la enseñanza media sus padres la convidaron a participar del grupo de Jóvenes de Renovación Carismática, lo que fue el impulso final para su decisión.

“Debo confesar que no tenía mucho ánimo de participar en este grupo, pero obedecí (gracias a Dios) y me sentí nuevamente en casa, me acogieron sin cuestionamientos y vivir la Fe acompañada de otros jóvenes me llenó de alegría y mi corazón se rebosaba nuevamente de la paz que había perdido. Con ellos descubrí la importancia de la oración que luego me impulsaría a buscar mi verdadera vocación en la Iglesia”.

Fue así, que con 15 años nuevamente la consagración a Dios volvió a ser una posibilidad su mi vida. “La semana santa del año 1992 y, mientras veía la serie de la vida de Santa Teresa de los Andes (que ya la había visto anteriormente), sentí una llamada interior a consagrar mi vida como ella, sólo sé que dije sin pensar y en mi interior “quiero ser como ella”.

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CONSAGRADA A DIOS

Tras este acontecimiento, Sor María Paulina comenzó su peregrinar en busca del lugar que Dios tenía reservado para ella.  A los 18 años, ingresó como postulante con las Hermanas Franciscanas de Angol. “Ingresé tratando de olvidar la llamada a la vida contemplativa, traté de auto-convencerme de que lo mío eran las misiones que tanto me gustaban; pero allí el Señor me tenía preparada otra cosa”.

“Poco a poco en el discernimiento inicial me di cuenta que quería hacer muchas cosas, aliviar muchos sufrimientos y llegar a muchos lugares, obviamente mi limitación se me hizo más que palpable, yo no podía llegar a todos los lugares en donde hay necesidades porque eso solo lo hace Dios. Fue así que comencé a experimentar la fuerza de la oración, nuevamente tomó fuerza en mí el deseo de una entrega total y radical en la vida contemplativa”.

Fue en ese proceso contactada de las Hermanas Clarisas en Los Ángeles, y a los pocos meses “ya estaba aquí experimentando esta vida en la que me sentí desde el principio feliz y plena”.  “Supe nada más cruzar la Puerta Reglar que quería consagrar mi vida a Dios”.

De esta forma, el 4 de octubre de 1995, tomó el Santo Hábito, “realicé mi primera Profesión Religiosa el 25 de enero de 1998 (desde esta fecha ya son 25 años) y me convertí en Esposa de Jesucristo para toda la vida con la Profesión Solemne o perpetua el día 01 de enero de 2002”.

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MENSAJE A LA COMUNIDAD

“Creo que en muchas ocasiones y en el colectivo de la sociedad, nuestra vida escondida con Cristo en Dios que hoy tratamos de vivir como hijas de Santa Clara de Asís en un camino de soledad, de silencio y de pobreza, se percibe como una evasión egoísta y no hay nada más errado que esa percepción”.

“Estamos aquí por ustedes y para ustedes, nos sentimos muy cercanas a todas sus necesidades y somos en muchas ocasiones un refugio en medio de tanto dolor”.

Por último, decirles que “nuestra oración los acompaña siempre aun cuando no conozcamos rostros y nombres porque en el corazón de Dios están todos ustedes, con sus necesidades y sufrimientos”.

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