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Seis años del tornado de Los Ángeles: promesas al viento

por La Tribuna

Tornado del 2019 / Archivo La Tribuna

La tarde del 30 de mayo de 2019, la ciudad de Los Ángeles vivió una escena inédita: un gigantesco embudo de aire arrancó techumbres, tumbó árboles y volteó vehículos en pleno casco urbano. El fenómeno dejó al menos trece personas heridas, una veintena de viviendas dañadas y cerca de 12 mil clientes sin suministro eléctrico.

El panorama se comparaba con escenas de película, del todo inusuales para una ciudad acostumbrada a lluvias y vientos más bien moderados. Ya entonces, climatólogos advirtieron que, debido al cambio climático, este tipo de fenómenos podría volverse más frecuente e intenso en zonas templadas del país.

Ese mismo día, en plena emergencia, el entonces presidente Sebastián Piñera se trasladó a la zona y anunció el despliegue "pronto" de una red de radares meteorológicos para anticipar este tipo de eventos. En sus palabras, se trataba de un sistema que "nos va a permitir anticipar este tipo de situaciones". Sin embargo, a seis años de esos anuncios, los radares siguen sin instalarse, y la interrogante no ha perdido vigencia.

Expertos recalcan que el país carece de radares con el alcance suficiente para cubrir el centro sur del territorio, pero aun con advertencias explícitas, la tecnología básica sigue siendo un tema pendiente.

A seis años del anuncio, un tornado EF1 —con vientos de entre 138 y 178 km/h, según la Dirección Meteorológica de Chile— arrasó con parte de Puerto Varas, dejando alrededor de 250 viviendas dañadas y cerca de veinte personas heridas. Vecinos compararon el fenómeno con un "terremoto" y relataron un panorama desolador: edificaciones con severos daños, tendido eléctrico derribado y árboles arrancados.

Paradójicamente, la alerta meteorológica vigente esa tarde cubría solo las provincias de Arauco y Biobío y, sin radares capaces de detectar la formación de tormentas en tiempo real, la vigilancia quedó a cargo de estaciones remotas, que —como reconocen técnicos— ofrecieron apenas minutos de margen previo al fenómeno.

En este contexto, el anuncio reciente del presidente Gabriel Boric sobre la instalación de ocho nuevos radares entre Valparaíso y Los Lagos representa una señal esperada. No obstante, la recepción ciudadana ha sido cautelosa. Después de años en el papel, el escepticismo se mantiene: mientras no haya claridad sobre el financiamiento y los plazos, muchos temen a que se trate de una nueva "promesa al aire".

A poco de cumplirse seis años del tornado de Los Ángeles, la reflexión es ineludible: Chile no puede seguir reaccionando tarde. Climatólogos insisten en que los radares no son una sofisticación innecesaria, sino una herramienta vital para alertar a la población con antelación, del mismo modo que el radar de una aeronave permite sortear tormentas en vuelo. El problema no es técnico, sino político: disponer de esta tecnología requiere decisión y fondos, y no de promesas que el viento podría llevarse.

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