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Lecciones a veinte años de la tragedia de Antuco

por La Tribuna

Antuco, sector Los Barros / Fredy Muñoz, archivo La Tribuna

Hace dos décadas, el 18 de mayo de 2005, nueva provincia fue escenario de una de las más dolorosas tragedias que ha enfrentado el país en su historia reciente.

La pérdida de 45 vidas, 44 soldados conscriptos y un suboficial, en medio de una tormenta de nieve a la que fueron expuestos con inapropiado equipamiento e insuficiente preparación, representa en primer lugar un golpe imposible de reparar para los familiares y seres queridos de esas personas.

La tragedia evidenció fallas críticas que ameritaban el rápido reconocimiento de parte del Ejército de la necesidad de realizar profundos cambios institucionales para evitar que algo parecido pudiera repetirse en el futuro. En esa línea, una de las tareas más urgentes fue la necesidad de fortalecer la toma de decisiones y la seguridad de las tropas. A ello respondió la incorporación del crucial concepto de "Obediencia Reflexiva", el cual insta a los jefes militares a analizar con criterio las órdenes recibidas para siempre y por sobre todo "cautelar la vida de las personas". Este cambio buscó equilibrar la disciplina militar con la responsabilidad individual en la protección de la vida, una lección directa de los sucesos de Antuco.

Otro desafío fundamental que se observó luego de la tragedia fue la necesidad de mejorar el apoyo y la comunicación con los soldados y sus familias. Con ese fin, se creó la Oficina Central de Asistencia al Soldado Conscripto, que tiene la misión de recibir, atender y canalizar las solicitudes, peticiones o inquietudes, verbales o escritas, que los padres o apoderados, pudieran formular respecto de las actividades que conlleva la realización del Servicio Militar de sus hijos o pupilos.

La respuesta a emergencias en entornos cordilleranos fue otro desafío clave. La creación de las Patrullas de Auxilio y Rescate de Montaña del Ejército (Parme) y la Tercera División de Montaña, que agrupa a las unidades especialistas, son medidas para mejorar la capacidad operativa y reducir riesgos en la montaña.

La implementación del Sistema de Lecciones Aprendidas (SILAE) y la conformación del Centro de Lecciones Aprendidas (CELAE), asumieron la misión de retroalimentar las actividades de la institución, modificando aspectos considerados deficitarios, a la vez que validando lecciones asimiladas de los procesos de instrucción militar, que aporten al proceso de actualización de la doctrina.

Para la sociedad en general, recordar la tragedia de Antuco es honrar a quienes sirvieron y cayeron, y reafirmar la importancia de salvaguardar la vida de quienes dedican una parte de su juventud al servicio de la patria.

Las lecciones de Antuco no solo han transformado al Ejército; son un recordatorio permanente sobre la importancia de la prevención, la preparación y el cuidado de cada persona, por sobre toda otra consideración.

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