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Juventud y futuro rural

por La Tribuna

Zonas rurales / Fredy Muñoz / La Tribuna

El país enfrenta un desafío demográfico: la disminución sostenida de la población joven entre 15 y 29 años, un fenómeno que afecta especialmente a las zonas rurales. En el caso de la provincia de Biobío y específicamente en la comuna de Los Ángeles, que tiene cerca de 60 mil personas viviendo en áreas campesinas, este proceso tiene implicancias directas en el desarrollo económico y la sustentabilidad del sector agropecuario.

Sin iniciativas concretas que fomenten la permanencia de los jóvenes en estos territorios, el relevo generacional en la actividad agrícola y silvoagropecuaria podría estar en riesgo.

El envejecimiento de la población rural ha sido una preocupación constante para diversas instituciones. Mientras en las ciudades los jóvenes representan el 25% de la población, en las zonas rurales esta cifra se reduce al 18%. La falta de oportunidades laborales, el acceso limitado a la tecnología y la escasa infraestructura para el desarrollo de emprendimientos han generado una migración constante hacia los centros urbanos. Ante esta realidad, se vuelve imperativo implementar políticas públicas que reviertan la tendencia y generen incentivos para que las nuevas generaciones vean en el campo una posibilidad de crecimiento y desarrollo personal y familiar.

En este contexto, es destacable lo hecho por el programa "Mi Primer Negocio Rural" del Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP). Luego de una fase piloto en 2024 en Coquimbo y Los Ríos, este año la iniciativa se extenderá a 14 regiones con una inversión de más de 3.200 millones de pesos, beneficiando directamente a más de 500 jóvenes emprendedores. Su objetivo es transformar el campo en un espacio de oportunidades, entregando financiamiento y asesoría para que los jóvenes puedan desarrollar sus proyectos productivos sin necesidad de abandonar sus comunidades.

Los testimonios de beneficiarios del programa destacan sus fortalezas. Yahir Rojas, joven apicultor de Freirina, ha enfatizado que una de las principales barreras para emprender en el sector agropecuario es la falta de acceso a tecnología e innovación. Por su parte, Javiera Robles, productora de hierbas medicinales en Atacama, ha subrayado la importancia de estas oportunidades para que los jóvenes continúen con la tradición campesina y contribuyan al desarrollo de sus localidades.

Para que iniciativas como esta sean efectivas en Los Ángeles y el resto de la provincia, es crucial acompañarlas de una planificación territorial que considere infraestructura vial, conectividad digital y acceso a mercados. De lo contrario, el riesgo de que los beneficiarios terminen migrando siempre estará muy latente. La inversión pública debe ir más allá del financiamiento individual y apostar por un ecosistema que haga viable la vida y el trabajo en el campo.

Nuestro país no puede permitirse que su población rural envejezca sin un recambio generacional. La historia del Biobío está marcada por el desarrollo de la actividad agrícola, y es responsabilidad de las autoridades asegurar que las próximas generaciones encuentren en su tierra un futuro prometedor. Invertir en la juventud rural es invertir en la sostenibilidad de nuestro campo y en el desarrollo equitativo del país.

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