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Estero Quilque

por La Tribuna

Estero Quilque / Archivo La Tribuna

Como está indicado en la crónica de la edición de este lunes 12 de febrero, el estero Quilque es parte indisoluble de la historia de Los Ángeles cuando se decidió su emplazamiento en la margen sur de dicho curso de agua, en medio del territorio conocido como la Isla de la Laja.

Su cercanía respondía a la necesidad de contar con una provisión segura del recurso y también de convertirse en una barrera natural frente a eventuales incursiones desde ese sector. Después fue completamente incorporado a la ciudad con edificaciones en ambas riberas.

Aunque normalmente sus aguas fluyen mansas, en ocasiones se desborda y ocasiona severas inundaciones a su paso, especialmente en las calles Villagrán, Almagro y Colón. En el siglo pasado hubo varios episodios de esa naturaleza aunque más violentos en fecha reciente ocurrieron el 11 de julio de 2006, ocasionando millonarios daños.

Ese evento dio pie a la necesidad de llevar a cabo un Plan Maestro de Aguas Lluvia para prevenir las consecuencias desastrosas de los desbordes, lo cual ahora se viene a materializar con las primeras intervenciones sobre el estero Quilque, las cuales incluirán también su paso por el centro de la ciudad.

Primero y principal, estas defensas actúan como guardianes contra los embates de la naturaleza. Los ríos, especialmente durante épocas de lluvias intensas o deshielos, pueden desbordarse, causando estragos en áreas urbanas vulnerables. Sin las defensas adecuadas, las inundaciones pueden devastar infraestructuras, dañar viviendas y poner en peligro la vida de los residentes. La construcción de estas obras de protección no solo previene tragedias humanas, sino que también protege la riqueza económica de las ciudades al preservar sus activos.

Lo más llamativo será la construcción laguna de regulación en el costado oriente de la avenida Las Industrias, con el propósito de contener las aguas de las lluvias intensas, de manera de controlar el agua sobre el cauce sin que provoque estropicios.

La inversión bordea los 42 mil millones de pesos (más de 7 mil 500 millones son para expropiaciones), siendo la mayor inyección de recursos a nivel nacional para abordar ese tipo de emergencias.

Estas obras contra eventos extremos no solo evitarán los millonarios daños por las inundaciones, sino que también se convierten en una oportunidad para el desarrollo urbano sostenible. Las ciudades que pueden controlar las inundaciones pueden integrar los cursos de agua su planificación, transformando áreas ribereñas en espacios verdes y recreativos para sus habitantes.

Sin embargo, es fundamental abordar este tipo de proyectos con una perspectiva integral y sostenible. Esta intervención debe ir acompañada de una gestión eficaz del agua y un enfoque de planificación urbana que considere la resiliencia climática a largo plazo. Además, es esencial involucrar a los habitantes de las comunidades ribereñas en el proceso de toma de decisiones, asegurando que estas obras no solo protejan, sino que también fortalezcan el tejido social y cultural.

Al cabo, debe entenderse esta obra no solo por la magnitud de la inversión, sino como un acto de responsabilidad hacia las generaciones presentes y futuras porque protegerá vidas y activos, abriendo la puerta a planificar ciudades más resilientes, sostenibles y habitables.

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