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El covid-19 sigue ahí

por La Tribuna

Covid 19 / Archivo La Tribuna

La muerte de un hombre de 55 años internado en el complejo asistencial de Los Ángeles, a consecuencia de las complicaciones por el covid-19, nos recuerda que esta enfermedad sigue entre nosotros y que, por lo mismo, no se debe bajar la guardia. Ilustrativo es que una decena de personas se encuentren hospitalizadas por complicaciones derivadas de esta afección.

Desde que el covid-19 irrumpió en nuestras vidas, hemos experimentado un viaje emocional y físico tumultuoso. Las olas de incertidumbre, pérdida y esperanza se han estrellado contra nuestras comunidades, dejando a su paso cicatrices indelebles. Sin embargo, a medida que se superaron los momentos más críticos la pandemia, puede ser tentador sucumbir a la fatiga y actuar como si el virus hubiera perdido su potencia. Pero, no es así. El covid-19 sigue aquí, tan letal y esquivo como siempre, tomando formas diferentes en la variedad de cepas que se expanden por el planeta.

Los números no mienten. A pesar de los avances en la vacunación y que los hospitales han bajado la intensidad de la atención, más aún cuando en agosto del año pasado se dio por terminada la emergencia, se continúa atendiendo a pacientes afectados por esta enfermedad.

Las camas de cuidados intensivos están ocupadas, los ventiladores zumban y, lo que es más desgarrador, las muertes siguen ocurriendo, como la ocurrida con este hombre de 55 durante este primer mes del 2024. Detrás de cada estadística hay vidas perdidas, familias destrozadas y comunidades en duelo.

¿Entonces, qué debemos hacer? La respuesta es clara: debemos mantenernos firmes en nuestra determinación de combatir este virus. Y la clave para hacerlo radica en la vacunación que atenúa las complicaciones más severas.

Las vacunas contra el covid-19 han demostrado ser nuestra mejor defensa contra esta enfermedad. No solo reducen drásticamente el riesgo de contraer casos graves o morir a causa del virus, sino que también ayudan a frenar su propagación comunitaria. Sin embargo, su efectividad solo se materializa cuando la mayoría de la población está vacunada.

La campaña del año pasado en la zona solo consiguió que se vacunara uno de cada cuatro potenciales receptores de su dosis. Es comprensible que haya hastió y exceso de confianza por creer que la emergencia quedó atrás. Sin embargo, los datos y la ciencia respaldan la seguridad y eficacia de las vacunas. Los beneficios superan con creces los riesgos, y al vacunarnos, no solo protegemos nuestras propias vidas, sino también las de aquellos que nos rodean: nuestros seres queridos, nuestros vecinos, nuestros colegas.

Entonces, hay que tomarse en serio la vacunación. No es un simple trámite, sino un acto de responsabilidad y solidaridad. Consulten con profesionales de la salud, aclaren sus dudas y tomen una decisión informada. Cada brazo vacunado es un paso más hacia la prevención de esta enfermedad, tal cual sucedió en su tiempo contra afecciones como la viruela o la tuberculosis.

El covid-19 aún está presente y así seguirá siempre. Lo importante de tomar los resguardos para que no sea más allá que una afección menor y no una emergencia que ponga en riesgo nuestras vidas.

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