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Un 2023 extraño

por La Tribuna

Cambio climático / Fredy Muñoz, La Tribuna

Este 2023 ha sido un año extraño. Aunque nos queda poco más de un mes para darle la bienvenida al 2024, en nuestra memoria reciente están los gigantescos incendios forestales ocurridos a partir del 2 de febrero cuando hubo una ola de calor que empinó los termómetros a los 40 grados. Buena parte de los cielos de la provincia de Biobío se vieron cubiertos de una densa capa de humo que duró varios días en disiparse, en la medida también que los siniestros fueron decayendo. ¿Lo recuerda? Fueron semanas extremadamente difíciles para cientos de familias de las zonas campesinas que vivieron la angustia de las llamas acechando sus casas, sus siembras y animales. Muchas de ellas sufrieron daños en sus bienes, algunas incluso sufrieron la lamentable pérdida de seres queridos.

Solo cuatro meses más tarde, en una suerte de capricho de la naturaleza, llovió copiosamente. Aunque en la tradición campesina se habla del "Veranito de San Juan" por ser una jornada en la que no hay lluvias, esa vez hubo precipitaciones que desbordaron ríos y esteros en buena parte de la zona centro sur del país, arrasando puentes, viviendas y obras de riego. Fue una emergencia mayúscula.

Pero no fue solo la cantidad de agua caída, sino que también las precipitaciones cálidas en la cordillera que causaron el derretimiento de la nieve acumulada hasta la fecha. Los habitantes ribereños de los ríos Laja, Duqueco y Biobío sufrieron las consecuencias.

En un hecho nunca antes visto, una nueva inundación ocurrió dos meses después de la emergencia de fines de junio. Nuevamente las lluvias cálidas provocaron que la nieve derretida se convirtiera en torrentes de agua que volvieron a colapsar los cursos fluviales más importantes. Como en una foto repetida, nuevamente hubo damnificados por las inundaciones. También los daños en la infraestructura.

En la jornada de este viernes, los termómetros bordearon los 30 grados, anticipo de una ola de calor que no solo es un preludio del verano, sino que obliga a extremar los cuidados para evitar que nuevamente ocurran incendios forestales.

En octubre, cuando las brigadas de combatientes aún no se conforman en su totalidad, hubo varias emergencias de ese tipo, como una suerte de anticipo de lo que puede volver a ocurrir. La experiencia del último verano fue violencia, muy traumática para miles de residentes de las zonas rurales que observaban cómo las llamas parecían avanzar sin control alguno.

Hace varios meses que se vienen anunciando refuerzos a la labor de combate de los incendios forestales, tanto desde los servicios públicos como de las empresas del rubro. También se ha puesto harto acento en el rol de la comunidad, principalmente desde la perspectiva de la prevención, pero también como los primeros combatientes cuando se originan las primeras llamas.

Todas las situaciones descritas tienen una raíz común: el cambio climático. Esto significa que, lamentablemente, emergencias como las vividas durante este año 2023 pasarían a ser parte de una nueva normalidad, una de siniestros sin control y de aguaceros implacables. Una que afectará con especial dureza a quienes viven en los sectores rurales. Una que no dejará indemne a nadie porque todos, en la mayor o menos medida, estamos viviendo sus estragos. Un escenario que puede ser caótico y tráfico pero que solo se puede enfrentar de manera colaborativa, solidaria y consciente. No hay otra manera. No hay otra.

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