Seguridad

Durante este 2022, el tema que ha tomado la agenda de la opinión pública ha sido el de la seguridad ciudadana o, para ser más precisos, el de la inseguridad que se respira a nivel de la ciudadanía.

La 18ª Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (ENUSC 2021) reveló datos muy elocuentes sobre la percepción de inseguridad y delitos violentos en el país en 2021. Las cifras indican que el nivel de victimización alcanzó su punto más bajo, con un 16,9%. Sin embargo, la sensación de inseguridad subió a escalas récord: un 86,9% se siente inseguro.

Pero no fue el único estudio. La medición de Paz Ciudadana mostró que este 2022 el miedo de ser víctima de un delito creció 7,6 puntos porcentuales, alcanzando un 28% a nivel nacional: la cifra más alta en 22 años. Paradojalmente, la victimización - que mide los delitos - se mantuvo en el rango más bajo de los últimos 15 años, marcando un 32%. Si bien desde el organismo destacaron como una buena noticia la sostenida disminución de los hechos delictivos, han advertido que un nuevo tipo de criminalidad estaría incidiendo en la inseguridad de la población.

Es que la gran cantidad de armas en manos de los delincuentes, algunos de los cuales hacen ostentación de un gran poder de fuego, ha provocado un aumento de los crímenes violentos, una realidad que también se observó en Los Ángeles durante el 2021 y parte del 2022.

Los enfrentamientos a balazos entre bandas rivales de narcotráfico se tradujeron en muertos y heridos, con una sensación de miedo generalizado en la población. El momento más álgido ocurrió a fines de marzo cuando el asesinato a balazos de un joven de 18 años desencadenó un frenesí delictual sin precedentes, con más tiroteos, heridos por balas locas, casas incendiadas y una violencia sin límites.

Sin embargo, mediados de abril pasado, la Policía de Investigaciones llevó a cabo un impresionante operativo que culminó con la detención de más de 15 sospechosos de integrar una de las más peligrosas bandas delictuales que operaban en Los Ángeles, dedicada principalmente al tráfico de drogas y sindicada como responsable de perpetrar una serie de asesinatos en los últimos dos años que remecieron a la capital provincial.

Los allanamientos y detenciones, que incluyó la captura de su cabecilla, trajeron consigo la recuperación  en parte  de esa necesaria sensación de tranquilidad que caracteriza a nuestra capital provincial y que observaba desde lejos lo que acontecía en otras ciudades del país.

Sin duda que se trató de una acción policial exitosa en la medida que no solo se desbarató a muy peligrosa una banda de narcotraficantes, sino porque también significó un freno a la referida escala de violencia cuya principal y más peligrosa característica era el uso indiscriminado de armas con alto poder de fuego.

Sin embargo, el peor error es fiarse y creer que con lo realizado ya está superado el problema de la delincuencia relacionada con el narcotráfico y el uso de armas de fuego.

La criminalidad ha tomado nuevas formas en los últimos años, especialmente por el uso de una violencia desmedida, asociada al empleo de armas de alto poder de fuego en bandas criminales relacionadas generalmente al narcotráfico que se fortalecieron en los tiempos de pandemia. Además, lo que parecía un problema circunscrito a las ciudades del norte y a la Región Metropolitana, se ha expandido sin control por nuestra geografía nacional.

El operativo policial debe ser la norma para tener a raya a los grupos de delincuentes que se confían en la inacción de los organismos públicos para imponer sus términos, a costa del miedo y la violencia.

Hay que estar muy atentos para, en definitiva, no normalizar el actuar violento de bandas criminales y así mejorar la sensación de seguridad en la población.