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La Tribuna

La colusión se apoderó de la sociedad

por María José Villagran Barra

Parece que jugar a ser el villano en Chile sale barato. La ley es blanda, la mente de la ciudadanía es frágil y el poco conocimiento de la población sobre temas económicos, hace que realmente poco y nada se entienda acerca de los mecanismos que se están utilizando para atentar contra el bolsillo familiar.

 Se coluden las farmacias, los pollos, el papel, los supermercados, algunos médicos, pequeños y grandes empresarios, mientras los únicos afectados son los clientes. Incluso cuando hay condenas, siguen ganando quienes abusaron del sistema. Insólito ¿no?.

Para que lo entienda mejor. Cuando dos o más personas o empresas se reúnen para, a través de sus precios, perjudicar a un tercero, que puede ser otra empresa o los clientes, eso lleva por nombre colusión.

En consecuencia, lo que busca un acto de este tipo es destruir a la competencia y apropiarse del mercado. Una acción donde el pez gordo se come al más pequeño y ejerce un monopolio, no necesariamente por las preferencias de los usuarios, si no por medio de un mecanismo económico que daña la confianza de un país.

Limitar la libre competencia del mercado, sin embargo, se está transformando en algo común. En Chile, hacer este tipo de actos, se cuestiona durante un par de semanas y luego se olvida. La gente sigue comprando los mismos productos y la vida continúa. Por su parte, la legislación es prácticamente mediocre para enfrentar una situación como ésta. Se protege más al mundo privado que a los afectados.

El Servicio Nacional del Consumidor (Sernac), que a nivel nacional representa los derechos de los consumidores y es un organismo público, no tiene facultades para poder enfrentar situaciones de este tipo, es un mero mediador, que si la empresa no la quiere escuchar, no lo hace y punto. Por tanto, es un área débil mientras no se resuelva en el Congreso las nuevas facultades, que debieran apuntar a fiscalizar y sancionar principalmente este tipo de conductas.

Las últimas colusiones, la de los supermercados y de los ginecólogos, atentan contra elementos vitales del ser humano, como lo son alimentarse y la salud.

Más allá de los montos, la ética de los profesionales que inician estos ilícitos es realmente nula. Personas de buena formación educacional, probablemente de buena familia, y sin embargo, confabulada para destruir con artimañas oscuras a la competencia, en vez de enfrentarla generando productos de calidad, estrategias de marketing potentes, relacionarse con la comunidad y el entorno de forma provechosa u otra medida, pero no, optan por el camino sencillo, perjudicar.

Parece que jugar a ser el villano en Chile sale barato. La ley es blanda, la mente de la ciudadanía es frágil y el poco conocimiento de la población sobre temas económicos, hace que realmente poco y nada se entienda acerca de los mecanismos que se están utilizando para atentar contra el bolsillo familiar.

 

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