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Felipe Olivares, de la Asociación Canal Maule Sur: "Biobío ya tiene un buen chasis para lo que se viene en materia de riego"

por Juvenal Rivera Sanhueza

El experto reivindica el camino del diálogo para llegar a acuerdos de mutua conveniencia entre las generadoras y los regantes para hacer un uso racional del agua, especialmente en tiempos de escasez.

El agua es fundamental para sostener la actividad económica de la zona. / La Tribuna

Más de 250 kilómetros median entre las ciudades de Talca y Los Ángeles. De acuerdo a los expertos, esa misma distancia es lo que podría desplazarse la frontera climática en las próximas dos décadas en el territorio nacional.

Para explicarlo de manera sencilla, eso significa que el clima del Maule se trasladaría hasta el territorio de la capital de la provincia de Biobío. Ese hecho incidirá en un asunto fundamental para para cualquier actividad productiva: la disponibilidad de agua.

En la zona del Maule saben hace rato que el cambio climático implica que tendrán menos agua disponible. Y también saben muy bien que el único camino para asegurar que el recurso alcance para todos - a empresas de generación de electricidad y agricultores - se sentarse a dialogar y buscar las opciones para hacer viables ambas actividades productivas.

No en vano, en la cuenca del Maule se riegan alrededor de 200 mil hectáreas, es decir, el 20% de la superficie irrigada a todo lo largo y ancho del territorio nacional. Y no se trata solo de cultivos tradicionales, como trigo, maíz o empastadas, sino que rubros que han alcanzado un inusitado desarrollo, como manzanas, cerezos y arándanos.

A la par, en esa misma cuenca funcionan seis centrales hidroeléctricas (pertenecientes a Enel y Colbún), algunas de las cuales tiene una gran potencia instalada.

Dicha panorama es muy similar al existente en la cuenca del río Biobío, en que las centrales de generación eléctrica comparten el uso del recurso natural con las necesidades de organizaciones de agricultores.

Compatibilizar las necesidades y requerimientos de unos y otros ha sido el gran desafío, reconoce Felipe Olivares, gerente de la Asociación Canal Maule Sur, que reúne a las organizaciones de usuarios de dicha cuenca. Y el diálogo, refrenda, el único camino posible.

Aunque parece obvio, sentarse a conversar para acercar las posiciones entre las partes y llegar a puntos de entendimiento no fue nada de fácil en la zona del Maule. Aunque la Junta de Vigilancia data de 1952, el primer embalse para riego surgió en los años ’60 mientras que 20 años después fue el turno de las generadoras.

"Conversar puede llegar a ser innovador. La instalación de los embalses y las generadoras no fue fácil, fue muy conflictiva. Generó cambios importantes en la forma en que se entregaba el agua, también en el marco normativo. Hubo décadas de silencio. Acá se conversaba pero en tribunales, todos los problemas se judicializaban", señala.

Después de cerca de 20 años de conflictos, el panorama comenzó a cambiar en 2008. "Se debió asumir que estos vecinos (las generadoras) iban a coexistir con los habitantes originales que eran los regantes. Y que estos vecinos nos podían ayudar y que podían ser muy importantes para sacar adelante una temporada de riego difícil. Ahí fue naciendo una voluntad de diálogo, no exenta de dificultades", comenta.

Y no se trata de dialogar de manera eventual, sino que hacerlo de manera permanente "para ir descubriendo espacios de colaboración que generan tratos virtuosos para ambos. De ahí la importancia de irse contando el uno al otro sobre lo que está haciendo, cómo ve el problema a futuro".

Lo anterior ha permitido, por ejemplo, que los regantes puedan realizar reservas de agua (no usar el recurso en septiembre) para usarla en febrero que es el momento en que el río merma su caudal de manera natural pero hay demanda del agua para la agricultura. "Es muy importante el rol de estos embalses en el programa de riego de los agricultores. El agua la ponen los regantes pero la infraestructura es de las generadoras", destaca.

Precisamente esa experiencia de diálogo y entendimiento es la que describirá Felipe Olivares en la presentación que realizará este jueves 23 de mayo en el seminario "Plan de Invierno 2024: Gestión de los Embalses en la Cuenca del río Biobío", organizado por la Junta de Vigilancia del río Biobío.

Desde su perspectiva, considera como positivo que la creación de la Junta de Vigilancia del Biobío, hito ocurrido en septiembre de 2021, "fuera en tiempos de ‘paz’, no de conflicto".

Puso de relieve que "ahora vemos en la zona proyectos agrícolas que antes eran inimaginables", augurando que "eso mismo va a pasar en el Biobío".

A juicio de Olivares, "a medida que el cambio climático avance, se nos irá corriendo el desierto y las temperaturas hacia el sur, y cambiará el patrón de lluvias, de acuerdo a los expertos. Eso abrirá condiciones agrícolas distintas, por lo que los actores siempre deben estar muy disponibles para conversar, más aún cuando la legislación se queda atrás y la realidad nos obliga a implementar soluciones. Por eso, siempre hay que estar viendo estas cosas, consultar a los expertos e incorporar esos elementos para su buen funcionamiento. En el Biobío ya tienen un buen chasis para resistir esa carga que van a vivir en unos 20 años más".

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