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La Tribuna

Una rancagüina que llegó a Los Ángeles por amor, y que cambió la agronomía por el trapillo.

por La Tribuna

Al entrar a su departamento, uno se sumerge en un mundo "hecho a mano" la decoración de sus paredes, su mesa de centro, e incluso sus lámparas. La personalidad de Natalia Dueñas motiva a aprender alguna de sus técnicas.

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Leyla Bascur Conteras

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Risueña y delicada, es lo que define la primera impresión de esta joven ingeniera que denota una personalidad curiosa y artística en cada trabajo que exhibe.

Natalia Patricia Dueñas Latorre, comenzó hace poco más de un año el entretenido proyecto “El taller de la Ñau” donde se apropió de una de las técnicas de tejido más populares en Chile este último tiempo: el trapillo.

Su taller funciona en su propio departamento, pero tiene una extensión virtual con miles de seguidores en instagram donde responde dudas, coordina clases y también publica sus trabajos.

“Siempre me ha gustado hacer manualidades, cuando era pequeña de uno 7 u 8 años, hacia pulseras de mostacilla, luego adolecente me interesó la pintura pero en general siempre estoy experimentando técnicas diferentes” comenta Natalia, cuando le consultamos sobre cómo nace este interés por creaciones manuales.

EL TALLER DE LA ÑAU

La profesión de Natalia es la ingeniería agrónoma, pero sólo la ejerce en el verano “sólo me desempeño en mi profesión durante la temporada de cosecha de la fruta, igual me gusta mucho estar en contacto con el campo, pero lo  mío es la creación con las manos”.

Es por ello que le da vida al Taller de la Ñau, aunque su nombre se lo debe a otra de sus grandes pasiones “yo adoro a los gatitos, de hecho tengo una que se llama Carlota” añade riendo.

En Los Ángeles descubrió el trapillo “la primera vez se lo compré a una chica y comencé a experimentar, a ver tutoriales y enseguida me lancé a tejer estuches, alfombras y canastos entre otras cosas”.

Al ser esta comuna más bien pequeña en cuanto a demanda de este insumo, las alternativas de colores principalmente, se limitaba. Es así como Natalia tomó la decisión de traer ella misma los insumos, para solucionar el problema y que las personas interesadas aparte de tomar sus talleres pudiesen encontrar opciones de colores más actuales.

“La verdad es que me va bien con esto, no me puedo quejar, tanto la venta del trapillo como las clases son empresas muy beneficiosas financieramente” comenta orgullosa de su emprendimiento. No es menor, considerando que se vino sin conocer a nadie a Los Ángeles siguiendo la carrera de su pareja, de quien sólo comento rápidamente que se dedicaba al área de la salud.

LA TÉCNICA

El trapillo no es un recién llegado, es una opción que realizaban nuestras abuelas para aprovechas la ropa vieja. Es tela reciclada, y existen dos tipos, la que se hace en casa reciclando camisetas y la que se compra de los excedentes de las fábricas textiles. Ambos trapillos son tela reciclada, pero el trapillo que viene en bobinas u ovillos son tiras de tela pareja (tirelas) que son ideales para tejer ganchillo o hacer trenzados, creando las más diversas manualidades: bisutería, complementos, vestimenta, artículos de decoración, utilitarios, juguetes hechos a mano, etcétera.

Esta técnica de tejido a crochet o ganchillo extra grande o usando simplemente las manos es fácil de trabajar, es económico, ecológico y muy hermoso, por ello está tan de moda.

Las clases que imparte Natalia son personalizadas y se adaptan a la necesidad del cliente “yo prefiero que vengan hasta mi taller aunque también me puedo trasladar hasta otro lugar. Se pueden realizar clases desde una persona hasta un grupo reducido, para asegurar que todas aprendan” explicó la creadora del taller.

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