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La voz de calle Valdivia: el cantante que busca salir de la calle y volver a caminar mediante la cumbia

por Jeremy Valenzuela Quiroz

Gerald Henríquez diariamente transforma una céntrica esquina de Los Ángeles en un escenario improvisado. Tras un accidente que lo dejó en silla de ruedas y meses de espera por un examen médico, hoy habita un hogar para personas vulnerables mientras usa su talento para financiar su rehabilitación y su sueño de grabar su primer disco en 2026.

La voz de calle Valdivia: el cantante que busca salir de la calle y volver a caminar mediante la cumbia / Diario La Tribuna

A sus 22 años, Gerald Henríquez, el cantante que en su silla de ruedas anima a quienes pasan por la esquina de Valdivia con Colo-Colo, lleva detrás de cada canción un camino marcado por un accidente, la soledad, la depresión y la incertidumbre.

Pero también por el cariño de la gente, la música y la esperanza de cumplir un sueño que se niega a abandonar: vivir de lo que canta.

No es angelino, pero el afecto de la comunidad le hace sentir como uno más. Hace aproximadamente un año vivía en Renaico, cuando su vida cambió para siempre. Fue ahí donde, en plena temporada de lluvias, un resbalón en la cerámica húmeda de su casa lo dejó con lesiones que hasta hoy lo mantienen en silla de ruedas.

EL ACCIDENTE Y SU EVOLUCIÓN

Tras la caída, fue derivado al Hospital de Angol, donde le informaron que recién en nueve meses podría ser atendido por un traumatólogo para luego optar a una resonancia magnética con contraste, el examen que necesita para confirmar la gravedad de su lesión.

Mientras esperaba, su movilidad se deterioró. "Primero podía subir a los buses, incluso cantar de pie un rato. Pero después vino la depresión... ver que estaba solo, que mi familia no podía hacerse cargo y que ya no podía ir al baño de manera normal. Estando solo, no había nadie que me ayudara", relata.

La falta de tratamiento oportuno, sumada al daño emocional, lo sumió en una depresión que duró cerca de seis meses y lo inhabilitó físicamente. "Cuando quise pararme, ya no pude", cuenta.

LA MÚSICA COMO REFUGIO

Gerald ya cantaba antes del accidente. Partió en 2019 con música cristiana y, poco a poco, se fue enamorando de la cumbia, especialmente de Garras de Amor. Al principio no se atrevía, pero el entusiasmo de la gente lo empujó a intentarlo.

"Me decían que mi voz se parecía a la del vocalista de Garras de Amor. Ahí me fui soltando. Empecé a escuchar la cumbia distinto... a sentirla", relata.

En Los Ángeles encontró su lugar en las afueras del Mallplaza y del McDonald's: "Este año fue como mi boom. Recibí cariño de la gente; los colectiveros se bajaban a dejarme unas monedas y otros grababan videos. La gente bailaba arriba de los buses. Fue bonito lo que he vivido aquí".

Esta fama en el centro de la comuna hizo que su voz comenzara a hacerse conocida. Llegó incluso a participar en el evento local de la Teletón de este año, donde —cuenta con orgullo— el público le pidió otra canción coreando su nombre.

Pero no todo ha sido fácil. En el mall, donde intentaba cantar, fue expulsado varias veces por ocupar un enchufe para cargar su parlante. "Lo bloquearon por mí, porque yo estaba todo el día cantando. Igual seguí, porque es lo que me sacó de la depresión", sostiene.

EL DETRÁS DE LA CUMBIA

Pese al afecto de la gente, vivir en Los Ángeles no ha sido sencillo. Gerald ha experimentado la discriminación incluso para arrendar una pieza, a pesar de contar con recursos para costearla.

"Un caballero no quiso arrendarme solo porque estaba en silla de ruedas. Tenía el dinero para pagar a fin de mes, pero se terminó el contrato y ahí quedé en la calle", explica.

Durante tres días durmió en la leñera del hombre que hoy considera una especie de padrino o mánager, quien lo ayudó a mantenerse a flote mientras cantaba. Luego apareció una oportunidad que le cambió el destino: una comunidad cristiana que trabaja con personas en situación de vulnerabilidad lo acogió como parte de su hogar.

"Es como una familia. Aquí restauran a gente en situación de calle, con problemas de droga, personas que están mal, y me dieron un espacio para vivir", explica.

Ahí reside actualmente, mientras sigue cantando, componiendo y soñando con un escenario propio.

"CANTAR ES MI TRABAJO Y MI TERAPIA"

Hoy Gerald canta casi a diario en las calles. Lo considera su trabajo, aunque no lo mueve solo el dinero. "Si Dios me da, yo también tengo que dar", dice. Por eso participa en actividades a beneficio, como una reciente jornada para personas en situación de calle. "Fue hermoso... compartir, comer y bailar con ellos. Tocó mi corazón", afirma.

Su sueño es claro: lanzar su carrera musical. Ya tiene lista su primera canción, una ranchera que espera estrenar pronto, y quiere que la gente conozca su historia para demostrar que, pese a no poder caminar, sí puede "hacer bailar a otros".

"Lo mío ha sido lágrima, oración y sufrimiento. Pero para el 2026 veo puras recompensas. Cada mes Dios me sorprende", asegura.

UN SUEÑO QUE SIGUE EN RUMBO

A pesar de las trabas, Gerald tiene la certeza de que la música será su camino: "Quiero salir del anonimato y que la gente conozca mi historia. Yo no puedo bailar, pero puedo hacerte bailar".

Y cada día, desde su silla de ruedas y con su parlante en la vereda, cumple esa promesa: transforma una esquina cualquiera en una pequeña fiesta improvisada, donde su voz —esa que algunos confunden con la radio— se ha vuelto parte del ritmo cotidiano de Los Ángeles.

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