El casual hallazgo que permitiría aclarar origen del fuerte de San Rosendo

La historia es más o menos así. Hace algunos años, una cuadrilla de trabajadores municipales de San Rosendo trabajaba afanosamente para instalar las figuras de unos juegos en forma de dinosaurios de gran tamaño.

Ese lugar de forma triangular, situado por las calles Aníbal Pinto y Esmeralda, con forma triangular, tiene una ubicación privilegiada porque domina una vista completamente despejada del recinto Estación y, un poco más hacia el poniente, la confluencia del río Laja en el río Biobío.

Como parte de las labores de limpieza de vegetación llevadas a cabo en el lugar, los operarios municipales se percataron de la presencia de una acumulación de piedras de origen desconocido. Este hallazgo sería el punto de partida para un estudio que ayudaría a dilucidar uno de los grandes enigmas en la historia de San Rosendo: la ubicación del primer fuerte español, un verdadero hito fundacional de la comuna.

Una vez que se encontró esa formación de piedras, al contrario de querer pasarlo por alto y taparlo con tierra, se activaron inmediatamente las alertas. Es que se sospechó que no eran simples piedras arrastradas por las fuerzas de la naturaleza hasta ese punto, sino que podría ser de un elemento de valor patrimonial.

La Secretaría Comunal de Planificación de la Municipalidad de San Rosendo solicitó un despeje con metodología arqueológica. Tal como lo dicta el protocolo, la actividad fue notificada telefónicamente a la Oficina Técnica Regional del Consejo de Monumentos Nacionales, siendo entregado un informe de la misma, tal como establece el Reglamento sobre Excavaciones y/o Prospecciones Arqueológicas, Antropológicas y Paleontológicas.

Por encargo del municipio sanrosendino, el arqueólogo Pedro Andrade, que además es docente de la Universidad de Concepción, y su equipo formado por Luis Felipe Milla de la Universidad Católica de Temuco, y Sebastián Santana, se dieron a la tarea de hurgar en los vestigios encontrados en la Plaza de los Dinosaurios.

De esta forma, se comenzó a retirar la cubierta vegetal y parte de otros desechos hasta descubrirse lo que podría ser un muro de piedra de 13 metros de largo por 2,5 metros de alto, el cual tiene un sentido este-oeste.

A los investigadores también le llamó la atención que entre las piedras de distintos tamaños, las más grandes tuviesen un aspecto cuadrado con evidencias de haber sido labradas para que tuvieran esa condición. Además, se encontraron arenas que parecieran ser una especie de mortero que une las piedras de mayor tamaño.

Además, se intercalaban piedras de tamaño mediano, con caras relativamente planas.

Para el especialista, que hace unos meses publicó el documento “El Fuerte de San Rosendo: Primeras reflexiones sobre su posible hallazgo” en las Revistas de la Universidad del Biobío, los hallazgos confirmarían que se trata de aquel fuerte español que fue instalado hace 400 años en ese estratégico punto de la comuna.

EL FUERTE

En San Rosendo hace años que existe una controversia respecto de la ubicación de aquella fortificación hispana que fue levantada a principios del siglo XVI. La revisión de las fuentes oficiales en la época aporta información muy exigua sobre ese asunto en particular. Básicamente, se limitan a señalar que estuvo sobre la confluencia del río Laja en el Biobío, sin mayores datos sobre tamaño y características.

Quien entrega una descripción un poco más amplia es el militar Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, quien arribó en 1629 a esas instalaciones para iniciar una batida contra las fuerzas mapuches del lonco Lientur. Sin embargo, la campaña militar termina en derrota en la batalla de Las Cangrejeras y Núñez de Pineda es tomado prisionero por el cacique Maulicán. Después de seis meses de reclusión en las cercanías de Yumbel, es liberado en un canje de prisioneros realizado en el Fuerte de Nacimiento.

Esa experiencia la relataría en su crónica “El Cautiverio Feliz”, escrito en 1673, que es catalogada como una de las descripciones más realistas de las costumbres mapuches y la primera que promueve el respeto de los derechos del pueblo originario.

Una de las tesis sostiene que aquel fuerte descrito por Núñez de Pineda podría estar en la cumbre del cerro Centinela, desde la cual se domina una amplia extensión del territorio que fue el mayor dolor de cabeza para la corona española por la belicosidad de los mapuches. La tesis se sustenta en hallazgos de algunas piedras trabajadas en la cima de aquel cerro.

Sin embargo, el mismo militar explica que cuando desembarcó en San Rosendo, el fuerte estaba a dos cuadras (poco más de 200 metros) que es la distancia de la plaza de los Dinosaurios con el río Biobío.

Por cierto, el arqueólogo Pedro Andrade descarta que el muro de piedras de 13 metros de largo y 2,5 metros de alto corresponda a una estructura levantada durante la época de instalación del ferrocarril o en un tiempo posterior.

Por el uso de piedras grandes y medianas unidas por una especie de mortero, el especialista consigna que esa fue una característica común de las construcciones hispanas en las primeras etapas de la conquista.

Además, menciona que los fuertes levantados a lo largo de la ribera del Biobío, en el tramo entre Santa Bárbara y San Pedro de la Paz, se situaron en promontorios cercanos a ese curso fluvial, no es las partes más lejanas y elevadas.

“Ahora, volviendo al Fuerte de San Rosendo, se puede decir que, observado desde la playa– o desde la actual de la Estación de San Rosendo a unos 59 msnm – el emplazamiento de actual de la Plaza de los Dinosaurios se proyecta efectivamente como una colina. Frente a todo esto, creemos que los hallazgos realizados probablemente corresponderían a restos del antiguo Fuerte de San Rosendo”, concluye el documento del arqueólogo Andrade.