Agroforestal

Desertificación y clima irregular: académico advierte sobre los riesgos para la agricultura del centro-sur

El agroclimatólogo Patricio González advirtió que la falta de agua y los incendios aceleran la degradación del territorio, en un clima cada vez más variable que dijo exige políticas estatales permanentes para resguardar a los agricultores en el largo plazo.

la desertificación, que de acuerdo con González avanza lentamente hacia el sur debido a la pérdida de suelos fértiles tras los incendios forestales y la falta de agua.
La desertificación fue una de las principales alertas planteadas por el experto, quien explicó que este proceso avanza hacia el sur debido a la pérdida de suelos y la falta de agua. / FUENTE: Freepik; Fredy Muñoz

Los agricultores de la zona centro-sur enfrentan un escenario en el que las estaciones dejaron de comportarse con regularidad, mientras el cambio climático se consolida como "un proceso que nos acompañará por lo menos en los próximos 100 años". Es lo que advierte Patricio González Colville, investigador del Centro de Agroeclimatología y Riego (CITRA) de la Universidad de Talca.

En la región del Biobío, los últimos eventos han combinado lluvias intensas en un corto tiempo con heladas de hasta -9°C y olas de calor que superan los 40°C. Estos fenómenos, antes excepcionales, hoy se presentan en una misma temporada y afectan directamente a la producción agrícola, particularmente a la fruticultura, que pierde calidad con temperaturas sobre los 34°C.

A ello se suma un proceso más silencioso: la desertificación, que de acuerdo con González avanza lentamente hacia el sur debido a la pérdida de suelos fértiles tras los incendios forestales y la falta de agua. El experto subraya la necesidad de embalses, tranques, tecnologías de riego y una inversión pública sostenida para frenar la degradación del territorio.

ENTREVISTA CON PATRICIO GONZÁLEZ COLVILLE

¿Cómo describiría la situación actual del cambio climático en el centro-sur de Chile?

—Hoy estamos viviendo un cambio climático mucho más dinámico y aleatorio que en el siglo pasado. Antes había cuatro estaciones más definidas y los agricultores podían anticipar ciclos de sequía o lluvia. Ahora podemos tener, en un mismo año, heladas intensas, lluvias muy concentradas en poco tiempo y temperaturas extremas de hasta 41°C. Esa irregularidad afecta directamente a la agricultura, en especial a los frutales.

¿De qué manera impactan las altas temperaturas en los cultivos?

—Cuando superamos los 34°C, la fotosíntesis de los frutales comienza a disminuir y eso provoca productos de menor calidad. A esto se suma la evapotranspiración: antes se requerían 40 metros cúbicos de agua por hectárea y ahora se necesitan 80 o 90. Si no hay suficiente disponibilidad hídrica, los cultivos sufren daños graves.

Usted mencionó que el clima ahora se comporta de manera "aleatoria". ¿Qué implica eso para la agricultura?

—Implica que los agricultores están jugando casi al azar. No saben cuánta nieve habrá, cuánta agua podrán acumular, si habrá heladas fuera de temporada o lluvias intensas en períodos muy cortos. Todo eso genera incertidumbre en la producción y obliga a pensar en medidas de adaptación, desde embalses hasta tecnologías de riego más eficientes.

Hablemos de la desertificación. ¿Cómo está afectando a la región?

—La desertificación ya está en marcha y se diferencia de la desertización. Cuando tenemos incendios forestales, por ejemplo, no solo se queman bosques o cultivos; también se destruye el pasto y el suelo mismo. Esto deja la superficie sin protección y la lluvia que cae en invierno erosiona el terreno. Como el 90% de los incendios son provocados por el hombre, esta degradación del suelo es, en gran medida, un fenómeno humano.

¿Qué consecuencias trae esa pérdida de suelo?

—Nos quedamos con terrenos pobres, sin capacidad de producir. Además, el valle central también está perdiendo calidad de suelo por la disminución de agua. Por eso es clave que existan inversiones públicas para ayudar a los agricultores a frenar este proceso. Sin apoyo estatal, no podrán hacerlo solos.

¿Qué rol juega la prevención de incendios en este escenario?

—Es fundamental. Los incendios son una de las principales amenazas que tenemos cada verano. Si no se abordan de manera seria, seguirán acelerando la desertificación. Evitarlos es tan importante como invertir en mejorar la calidad del suelo.

¿Qué medidas concretas deberían priorizarse desde el Estado?

—Primero, concretar una política nacional de embalses y tranques. Luego, hacer un catastro hidrogeológico de las napas subterráneas, para saber cuánta agua tenemos y explotarla racionalmente. También es clave apoyar la tecnificación del riego y el uso de agricultura digital: satélites, drones, estaciones meteorológicas, biotecnología.

¿Estas medidas deben sostenerse en el tiempo?

—Sí, las medidas de mitigación y de adaptación hay que hacerlas con inversión, con políticas públicas y decisiones (...) porque esto durará, al menos, los próximos 100 años, no es algo temporal. Entonces, si no hay un apoyo económico del Estado chileno mediante proyectos, la agricultura no lo va a resistir. Es muy importante que este tipo de proyectos lleguen a los agricultores y que se mantengan mediante los gobiernos.

¿Es posible enfrentar el cambio climático con estas medidas?

—Sí, pero hay que hacerlo con inteligencia y continuidad. Las políticas no pueden ser temporales ni depender de un gobierno de turno. Deben mantenerse en el tiempo, porque cada año tendremos temperaturas más altas y menos nieve. Con proyectos e investigación, Chile puede seguir siendo una potencia agroalimentaria, pero si no invertimos en tecnología e innovación, la agricultura podría decaer.




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