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Intolerancia a la lactosa: ¿Qué quesos puedo comer sin problemas?

por La Tribuna

Aunque parezca contradictorio, muchas personas con intolerancia a la lactosa pueden seguir disfrutando del queso, siempre que elijan bien. Algunas variedades contienen muy poca lactosa o incluso nada.

El mercado ha respondido a esta necesidad creciente, y hoy es posible encontrar queso sin lactosa, que mantiene su sabor y textura tradicional. / Pexels

Recibir el diagnóstico de intolerancia a la lactosa no significa renunciar por completo a uno de los alimentos más queridos de la cocina: el queso. De hecho, muchos quesos, como el queso gauda, son perfectamente tolerables para quienes sufren esta condición, siempre y cuando se consuman con moderación y se sepa elegir el tipo correcto. La clave está en entender cómo se produce cada queso y cuánto contenido de lactosa retiene luego del proceso de fermentación.

La intolerancia a la lactosa es la dificultad para digerir el azúcar natural presente en la leche, debido a la baja o nula producción de una enzima llamada lactasa. Esto provoca síntomas incómodos como hinchazón, gases o malestar estomacal. Sin embargo, muchos quesos duros y madurados tienen niveles muy bajos de lactosa porque gran parte de ella se elimina durante el proceso de curado. Esto los convierte en una excelente alternativa para quienes no quieren eliminar del todo los lácteos de su dieta.

Curiosamente, este tipo de quesos no solo forman parte del desayuno o de una tabla, sino que también pueden complementar preparaciones más robustas, como las carnes para la parrilla. En eventos como asados, donde la carne suele ser protagonista, algunos cortes se sirven con queso fundido por encima o acompañados de salsas cremosas que lo contienen. En estos casos,

elegir quesos adecuados puede evitar molestias gastrointestinales sin tener que restarse del menú.

Volviendo al tema de los quesos, una buena regla general es optar por los que están más curados y son más firmes. El queso gauda, el parmesano, el grana padano, el emmental y el manchego curado son ejemplos de quesos que, por su maduración, contienen cantidades mínimas de lactosa. Esto se debe a que durante el envejecimiento, las bacterias utilizadas en el proceso de fermentación consumen gran parte del azúcar, dejando un producto final mucho más digerible.

Por otro lado, los quesos frescos como el queso crema, la ricota, la mozzarella fresca o el queso de cabra tierno, tienden a conservar más lactosa. Si bien algunas personas con intolerancia leve pueden consumir pequeñas cantidades, quienes tienen una intolerancia más severa deben evitarlos o buscar versiones sin lactosa, que hoy en día están ampliamente disponibles en supermercados.

El mercado ha respondido a esta necesidad creciente, y hoy es posible encontrar queso sin lactosa, que mantiene su sabor y textura tradicional. Estas alternativas están pensadas precisamente para quienes disfrutan del queso pero buscan evitar el malestar asociado a su consumo.

Lo mismo ocurre con los productos que combinan proteínas animales con queso, como ciertas carnes para la parrilla rellenas o cubiertas con lácteos. Saber elegir el tipo de queso puede hacer la diferencia entre disfrutar del asado o pasar la tarde con molestias. En ese sentido, es recomendable informarse y preguntar, especialmente si se come fuera de casa.

Otro consejo útil es prestar atención a las etiquetas. Muchos quesos industriales incluyen la información sobre su contenido de lactosa. Si el producto tiene menos de 0,1 gramos de lactosa por cada 100 gramos, se considera bajo en este azúcar y puede ser seguro para la mayoría de los intolerantes. 

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