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La Tribuna

Soledad y aislamiento: la trampa silenciosa que pone en riesgo la vida de las personas mayores

por María José Villagran Barra

Directora de Fundación Míranos, Ana Paula Vieira, sostiene que ambos aspectos impactan tanto la salud mental como física de este grupo etario de la población chilena.

Vivir aislado o sentirse solo puede aumentar en un 26% a 32% el riesgo de muerte prematura en adultos mayores. / Freepik

En la actualidad, miles las personas mayores viven aisladas o se sienten solas en Chile, convirtiéndose en un fenómeno invisible que, en palabras de Ana Paula Vieira, psicóloga, gerontóloga y directora de la Fundación Míranos, puede derivar en consecuencias graves como la pérdida de sentido vital o incluso la ideación y conducta suicida.

Vieira, especialista en envejecimiento y prevención del suicidio, explica que es fundamental diferenciar entre aislamiento social y soledad, aunque ambos fenómenos pueden coexistir.

"El aislamiento social es una condición objetiva caracterizada por la escasa o nula interacción con otras personas, como familiares, amistades. Supone una falta o debilitamiento de redes de apoyo social que pueden ofrecer contención, compañía o ayuda concreta."

Psicóloga, gerontóloga y directora de la Fundación Míranos, Ana Paula Vieira.

En cambio, la soledad es una experiencia subjetiva, no deseada y emocionalmente desagradable, dolorosa. "Una persona puede sentirse sola incluso rodeada de otras, si percibe que las relaciones que mantiene no son suficientes, ya sea en cantidad o en calidad. Por otra parte, vivir solo - aunque es un factor de riesgo - no implica necesariamente sentirse solo,  siempre que existan vínculos afectivos sólidos y significativos", detalla Vieira.

Ambos fenómenos afectan el bienestar integral de las personas mayores. Según la especialista, impactan tanto su salud mental como física. "Una persona mayor que se encuentra socialmente aislada y/o que experimenta soledad tiene un mayor riesgo de desarrollar trastornos como depresión y ansiedad, así como deterioro cognitivo. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que tanto el aislamiento como la soledad pueden incrementar hasta en un 50% el riesgo de demencia", explicó la psicóloga.

Ambos fenómenos afectan el bienestar de las personas mayores. Según la especialista, impactan tanto la salud mental como la física. "Una persona mayor aislada y/o que se siente sola tiene mayor riesgo de desarrollar depresión, ansiedad y deterioro cognitivo. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que ambos fenómenos incrementan hasta en un 50% el riesgo de demencia".

El impacto no termina ahí. "También se asocian a un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes, tabaquismo y consumo problemático de alcohol y otras sustancias. La evidencia muestra que las personas mayores aislada tienden a moverse menos, reducir su actividad física, lo que favorece la pérdida de masa muscular, disminución de funcionalidad y una menor adherencia a tratamientos médicos", añade.

Las cifras son elocuentes: vivir aislado o sentirse solo puede aumentar en un 26% a 32% el riesgo de muerte prematura. Es decir, una persona mayor que se desconecta de su entorno no solo pierde calidad de vida, sino que también años de vida.

A MAYOR AISLAMIENTO Y SOLEDAD, MAYOR RIESGO DE SUICIDIO

Una de las consecuencias más graves asociadas al aislamiento social y la soledad es el riesgo suicida. En Chile, el suicidio en personas mayores sigue siendo un tema poco visible, pero real.

"El aislamiento y la soledad son factores de riesgo tanto para la ideación suicida como para la conducta suicida en la vejez. La ideación implica pensamientos acerca del deseo de morir, mientras que la conducta suicida abarca la planificación, el intento y la muerte por suicidio".

Ana Paula Vieira.

Actualmente, Vieira aborda este tema en su tesis doctoral y señala que la evidencia internacional respalda esta asociación. "Por ejemplo, una investigación en Suecia demostró que la soledad se asocia a un riesgo hasta tres veces mayor de ideación e intento de suicidio en personas mayores", comenta.

La psicóloga explicó que la soledad prolongada puede generar sentimientos de desesperanza, vacío existencial, angustia, que "se agravan en contextos de duelos no resueltos o vínculos debilitados. Además, el aislamiento limita que el entorno detecte señales de alerta de riesgo de suicidio a tiempo".

Vieira también puso sobre la mesa una realidad de género. Los hombres mayores son quienes presentan la tasa de suicidio más alta. "Esto se relaciona, en parte, con patrones culturales, muchos de ellos fueron socializados bajo la premisa de que expresar emociones era signo de  debilidad; por ello, tienen más dificultad de hablar de lo que sienten, pedir ayuda e integrar a espacios comunitarios. Además, en diversos casos su identidad social estuvo fuertemente relacionada al rol de proveedor. La jubilación puede implicar una pérdida de sentido, una ruptura con su rol tradicional, muchas veces acompañada de una reducción significativa de su red social, porque gran parte de sus vínculos estaban asociados al ámbito laboral. Si a eso se suma la experiencia de viudez, el riesgo se incrementa", comenta la directora de la Fundación Míranos.

Respecto a qué puede hacer la sociedad frente a este escenario, Vieira plantea que la respuesta debe ser integral, articulando acciones a nivel individual, familiar,  comunitario y desde las políticas públicas. "Se trata de una responsabilidad colectiva. Si bien existen iniciativas como los Centros Diurnos para personas mayores y el Programa Vínculos del SENAMA, orientadas  a  promover la participación social, su impacto será limitado si no se logra generar vínculos significativos y espacios de confianza, contención y sentido de pertenencia", enfatiza.

Para ella, es urgente reconstruir lo que llama "el tejido social": revitalizar las redes interpersonales, generar o fortalecer espacios comunitarios y promover relaciones intergeneracionales basadas en el apoyo mutuo y reconocimiento recíproco"

Esto, además, requiere derribar mitos y estereotipos negativos que alimentan lo que se define como viejismo: "esa visión social que asocia la vejez con inutilidad, carga o dependencia". Pero peor aún "cuando estas imágenes son interiorizadas por la propia persona mayor, se genera lo que se conoce como viejismo autoinfligido, que reduce su motivación para mantenerse conectada con su entorno y deteriora aún más su salud integral".

Ana Paula sabe que queda mucho por hacer, sin embargo, cree que el cambio empieza en cada casa, cada barrio, cada comunidad. "Todos podemos hacer algo. A veces, una conversa y escucha empática, sin juicio, validando las emociones que la persona mayor siente. Ofrecer compañía sin invadir, ayudarla a fijarse pequeñas metas diarias que refuercen  sus habilidades sociales, apoyar en el uso de tecnologías para mantener el contacto con familiares y amigos, son algunas iniciativas que pueden ayudar", explica.

Su llamado es claro: "envejecer no debe ser sinónimo de soledad ni abandono. Vivimos más años y debemos asegurar que ese tiempo sea digno y significativo, con un rol activo y protagónico de las personas mayores en nuestra sociedad".

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