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Según detalló la cadena CNN, la administración de Donald Trump estaría trabajando en un conjunto de planes internos para enfrentar un eventual derrocamiento de Nicolás Maduro en Venezuela.
Las gestiones, descritas por fuentes de alto nivel dentro del Gobierno estadounidense, apuntan a escenarios que van desde una salida negociada hasta una dimisión forzada del líder chavista.
Las iniciativas consideran distintos escenarios, desde una salida negociada hasta una expulsión forzada tras acciones militares selectivas. Aunque públicamente Washington sostiene que su despliegue militar en el Caribe busca frenar el narcotráfico, el diseño interno de estos planes refleja que el Gobierno estadounidense evalúa opciones para "llenar el vacío de poder" y estabilizar el país tras una eventual caída del líder chavista.
Un alto funcionario afirmó que "es el trabajo del gobierno federal estar siempre preparado para los planes A, B y C", señalando que la Casa Blanca no emitiría amenazas sin contar con un equipo dedicado a los posibles desenlaces. Sin embargo, CNN reportó que Trump no ha decidido el camino a seguir y que persisten divisiones en su equipo, con posturas opuestas sobre una intervención directa.
La planificación estadounidense también considera elementos propuestos por sectores de la oposición venezolana, encabezados por María Corina Machado y Edmundo González. Sus equipos han trabajado en iniciativas para las primeras "100 horas" y "100 días", con ejes en seguridad, economía, energía y reconstrucción institucional. Pese a ello, no está claro cuánto de ese trabajo ha sido integrado en el análisis oficial.
Para expertos en seguridad, la preparación de la Casa Blanca es una señal de prudencia. El analista Mark Cancian fue directo al señalar que "si pretenden cambiar el régimen, necesitan tener una alternativa lista desde el primer día", recordando los errores de planificación tras la invasión a Irak en 2003.
La discusión sobre el reconocimiento del liderazgo que asumiría en Venezuela será clave para la estabilidad futura, mientras Washington evalúa cuánto apoyo económico, diplomático y de seguridad estaría dispuesto a brindar, en un escenario que —de concretarse— podría redefinir el mapa político regional.
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