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De acuerdo con la investigación, entre el 30 de agosto y el día de su fallecimiento, Gallegos fue atacado en repetidas ocasiones por el dueño de la casa donde vivía.
Los golpes de puños y pies se sumaron al uso de objetos contundentes y cortopunzantes, además de quemaduras provocadas en su cuerpo.
Las heridas fueron tan graves que lo dejaron en una lenta agonía, sin recibir asistencia médica.
El motivo que habría gatillado esta violencia sería personal: según los antecedentes recabados, el imputado -de 63 años- acusaba que su pareja le había sido infiel con la víctima.
Ese trasfondo de celos y resentimiento habría derivado en un ensañamiento progresivo, que se extendió durante días dentro del pasaje del campamento.
Los vecinos del sector, acostumbrados a la precariedad del entorno, se encontraron con la noticia de un crimen que ha dejado en evidencia la vulnerabilidad en la que viven muchos adultos mayores que, como Gallegos, dependen de arriendos en condiciones frágiles y sin redes de protección efectivas.
Tras ser detenido, el acusado quedó en prisión preventiva, pero el eco de la violencia se mantiene en Las Mulatas, donde los relatos coinciden en el horror de lo ocurrido: un adulto mayor que soportó golpes y torturas sin que nadie pudiera auxiliarlo a tiempo.
La Fiscalía ha calificado este caso como homicidio calificado, considerando que en el ataque existieron elementos de alevosía, ensañamiento y premeditación.
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