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Columnista

Borde costero en riesgo

Alan Fox

Director de Diseño
Universidad Andrés Bello, sede Viña del Mar

por Alan Fox

Desde la tradicional avenida Altamirano, en Playa Ancha, hasta la avenida Borgoño, en Concón, la región de Valparaíso cuenta con un borde costero urbano prácticamente ininterrumpido, ideal para quienes disfrutan caminar, hacer ejercicio o simplemente reunirse en familia para contemplar el mar. Con múltiples miradores públicos y un paisaje que se despliega como un balcón hacia el océano, este recorrido ofrece espacio público de calidad, belleza escénica y una forma de recreación que, además, revitaliza el espíritu. El entorno marino, ampliamente estudiado, estimula la actividad neuronal y favorece la reflexión. Mirar el horizonte, de alguna manera, nos ancla al mundo.

Así, tanto para el turista como para el propio habitante, nuestro borde costero es un lujo potencial. Y digo potencial porque, pese a su enorme valor, hoy enfrenta deterioros evidentes que merman su uso y disfrute. La llamada costanera mantiene tramos de gran belleza y buen estado, pero también zonas donde la falta de mantención se hace evidente. Y eso desanima, especialmente cuando lo que se espera —y lo que merece un paisaje como el nuestro— es un corredor continuo, seguro y accesible.

En varios puntos del recorrido se observan pavimentos dañados, hoyos que dificultan la caminata o ponen en riesgo a ciclistas y automovilistas; tramos de veredas anulados o invadidos; zonas con iluminación deficiente y equipamiento urbano deteriorado o inexistente. Esta situación es especialmente crítica en avenida Altamirano, pero también se observa en sectores de avenida Borgoño, en Concón.

El problema no es solo estético: es funcional, turístico y de seguridad. Si consideramos que el turismo es una de las actividades más relevantes para la región, con millones de visitantes cada verano, mantener un borde costero en mal estado tiene efectos directos. La accesibilidad disminuye, la experiencia de quienes recorren la costa se ve afectada y, más grave aún, se incrementa el riesgo de accidentes en plena temporada turística. La primera impresión de un visitante —y más aún la última— influye en su decisión de volver y en cómo recomienda el destino.

La costanera es uno de los principales escenarios del turismo regional: es la postal, el paseo obligado, el corredor emocional donde se reúne la vida cotidiana con la contemplación del paisaje. Por eso, su deterioro no solo daña la infraestructura, sino también la identidad y la competitividad turística de la región. No se trata únicamente de reparar baches: se trata de garantizar accesibilidad universal, seguridad, continuidad del recorrido y un estándar acorde al valor simbólico y económico del territorio costero.

La recuperación del borde costero no es solo una necesidad: es una oportunidad para rediseñar con visión, con criterios de inclusión, con equipamiento adecuado y, desde luego, con belleza, que siempre será un activo fundamental para la experiencia de habitar el paisaje. Es una ocasión para reforzar nuestra identidad territorial y fortalecer la relación cotidiana entre la ciudadanía y su entorno marino.

Hoy tenemos la opción de remirar el borde costero de Valparaíso y Concón con creatividad, sensibilidad y eficiencia. Hacerlo significa honrar un patrimonio natural que define a nuestra región y que merece un estándar a la altura de lo que representa para quienes lo recorren y lo sienten parte de su vida.

Alan Fox

Director de Diseño

Universidad Andrés Bello, sede Viña del Mar

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