El cáncer de mama se define por la rápida proliferación de células mamarias, ocasionada por la modificación de los procesos de división y muerte celular, que da lugar a la formación de tumores o masas anormales que tienen el potencial de extenderse a otros órganos; este fenómeno se llama metástasis.

En la actualidad, el cáncer de mama es la principal causa de muerte oncológica entre las mujeres en Chile, con una tasa de mortalidad que excede los 15 decesos por cada 100.000 mujeres. La carga de enfermedad no solo representa un problema con gran impacto en términos sanitarios, sino que también constituye un reto a nivel social, cultural y económico, lo cual requiere la implementación de estrategias basadas en diagnóstico temprano y prevención.

El cáncer de mama en Chile es una enfermedad que forma parte del sistema de Garantías Explícitas en Salud, el cual asegura la sospecha, el diagnóstico, la intervención quirúrgica, la quimioterapia, la radioterapia, el seguimiento y la rehabilitación, así como el alivio del dolor y los cuidados paliativos. Uno de los propósitos del seguimiento es manejar los efectos secundarios del tratamiento y fomentar un estilo de vida saludable que incorpore actividad física, la cual se define como cualquier movimiento corporal generado por los músculos esqueléticos que demanda gasto energético.

En personas con cáncer de mama, la actividad física tiene un impacto positivo tanto a nivel emocional como físico, permitiendo una reincorporación precoz al trabajo. Este tipo de actividades se pueden llevar a cabo incluso cuando las pacientes están sometidas a tratamientos antineoplásicos, ya sea quimioterapia, radioterapia, inmunoterapia, terapia biológica o cirugía.

Es esencial la prevención a través de comportamientos y costumbres que han demostrado tener un efecto protector, como amamantar al bebé, hacer ejercicio físico, seguir una dieta con bajo contenido graso y alto en verduras y frutas, no fumar ni beber alcohol, eludir la obesidad y otras medidas que se deben tomar para fomentar el diagnóstico temprano de tumores mamarios. Estas incluyen la autoexploración mamaria, el examen clínico y la mamografía.

Respecto a la actividad física, es necesario combatir la creencia tradicional de que es dañino para las mujeres que han recibido tratamiento por cáncer de mama y fomentar el empleo sensato de la evidencia científica existente para brindar una atención de calidad y atingente a cada condición.

La mayoría de los estudios han evaluado 5 a 12 semanas de actividad física (durante los tratamientos antineoplásicos), 3 a 5 veces por semana, incorporando ejercicios de resistencia (mover cargas con sensación de fatiga muscular tolerable) y aeróbicos de moderada intensidad (sensación de falta de aire que permite seguir con el ejercicio) por 30 a 60 minutos y, generalmente, utilizando la marcha como ejercicio. La marcha es conveniente para muchos pacientes sin tener en cuenta edad o estado de enfermedad; se puede continuar a través de las distintas fases de la enfermedad y no requiere de recursos costosos o especializados.

Es hora de instar a la población en general y a aquellas personas que han padecido cáncer de mama para que vean la actividad física como un aliado esencial en la preservación de la salud. Podemos explotar el poder terapéutico del movimiento si rompemos con las viejas creencias y mitos sobre la actividad física después de padecer cáncer de mama.

La lucha contra el cáncer no es solo una lucha individual, es una lucha colectiva, en la que se recuerda la importancia de la salud, la cual hay que cuidar y respetar, considerando que es lo más valioso que tenemos.

¡Unamos esfuerzos para fomentar un enfoque integral que incluya la actividad física!

Manuel Chávez Jara

Kinesiólogo

Universidad Santo Tomás