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Columnista

Escuela Pedro Ruiz Aldea

Mario Ríos Santander

por Mario Ríos Santander

¿Habrá imaginado, en su azarosa vida, don Pedro Ruiz Aldea, que una escuela de excelencia académica llevaría su nombre con tanta dignidad, buen ánimo de su magisterio, demás profesionales y funcionarios de administración y servicio que la componen?

Claramente no. No lo imaginó ni menos hizo en conciencia una vida que orientara tal honor. Sin embargo, lo que tantas veces hemos comentado: los tiempos solo pertenecen a las sociedades de cada tiempo y, por tanto, serán ellas las que administren mis sueños, los honores o desprecios que ella construyó y, por cierto, las razones de su existencia. ¿Entonces por qué el nombre de esta comunidad educacional de excelencia lleva ese nombre?

Los años jóvenes de don Pedro eran tiempos de formación de una república. La consolidación de una nación. Ubicada esta en los confines del mundo, había resuelto la construcción de una institucionalidad que fuera la suma de tal hecho. Esta misma institucionalidad daría vida al Estado y este asumiría la administración del territorio y su gente.

Lejano este Chile indómito, isla en los hechos, apretado entre alturas y océanos infinitos, no era mucho lo que podía recibir ni tampoco andaban vueltos locos buscando la orientación necesaria. ¿Para qué, si ya se había asentado el catolicismo, con su doctrina religiosa y una Santa Sede protectora y administradora de la civilización occidental que, en definitiva, terminaría dando luz a una parte de este mundo, Occidente, que dotado de cien culturas diferentes, todas ellas se encontraban en los valores naturales que el hombre por su esencia poseía desde su concepción en el vientre de su madre y, más aún, en el primer llanto anunciando su presencia en la vida social en la cual se entronizaba, refunfuñando, advirtiendo su presencia y reclamando todo lo natural de la vida para sí mismo?

Entonces, sabido de este enunciado, ¿por qué a Pedro Ruiz Aldea se le ocurre —seguramente con Francisco Bilbao y Victorino Lastarria, dos "revoltosos" más— ser parte de una revolución o asonada en tiempos de Manuel Montt? Le cuelgan a nuestro personaje que su molestia con el presidente Montt es que era "demasiado conservador" y esto, naturalmente puso nervioso a mucha gente, partiendo por la propia Iglesia por cuanto dicho partido, el conservador, era una organización política confesional, es decir, sus integrantes debían ser bautizados en la Santa Iglesia Católica para ser parte de su estructura partidaria. En esas circunstancias desenvuelve parte de su vida don Pedro Ruiz Aldea.

Humanista pleno —los asuntos de la ciencia eran modestos—, en cambio la formación de naciones recogía un actuar social que repletaba el debate nacional.

¿Y la escuela o unidad educativa que lleva su nombre? "Alcemos nuestras voces fuertemente —con garra, disciplina y corazón— que este valle se inunde de alegría y nuestra esencia se convierta en devoción", cantaban cientos de voces por primera vez el pasado 25 de agosto en que se cumplía un año más desde su fundación. El alcalde, emocionado, continuaba en alguna forma el discurso del concejal Zenón Jorquera, que días antes, en pleno Concejo Municipal, advertía sobre esta escuela y la "necesidad de que a partir de lo que es, surja un liceo humanista". José Pérez también lo proclamó, advirtiendo sí que "la herencia recibida en educación supera los $7.000 millones de deuda contraída, y cada día aumenta más".

Tengo la sensación de que vienen tiempos especiales para esta unidad educativa. Observo los buenos ánimos y la disposición de volver a fortalecer la educación pública, que hoy es una suma de problemas. Me gusta la orientación humanista en este sueño. Estoy convencido de que la ciencia, hoy figura principal de toda la información, actuar de todo orden, becas, simposios y diplomados, dará paso a las humanidades prontamente. Hay ejemplos nacidos recientemente en el mundo que han visto repletarse sus aulas en este objetivo académico, filosófico, histórico, social y pedagógico. Lo importante es partir pronto con ese objetivo. Honramos a don Pedro Ruiz Aldea, a los niños en su futuro, a nuestra institucionalidad, en fin, al alma nacional.

Mario Ríos Santander

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