No es contradictorio preguntarse cómo aprende la generación del conocimiento, de la inmediatez, de la tecnología y de la IA, y cómo transformar la escuela, desde la pedagogía, para adentrarse en el mundo de los conocimientos y aprendizajes previos de los estudiantes y luego desatar, desde aquí, nuevas experiencias de aprendizajes que le permitan transformar este complejo mundo que habitamos.

Sin duda las respuestas son complejas, considerando que, en general, el docente se ha visto sobrepasado por los vertiginosos cambios y el enorme desarrollo del conocimiento, que en algunas áreas como la medicina se reproduce o dobla cada 12 horas. Este escenario ha obligado al docente a desarrollar nuevos modelos didácticos orientados a ejercitar las diversas habilidades del estudiante, para lo cual se requiere disponer de talleres, laboratorios y recursos tecnológicos que no siempre están disponibles.

Lo anterior representa, genéricamente, el estado del arte, sin entrar al análisis del ejercicio pedagógico que algunos filósofos y teóricos de la educación proponen ejercitar en el aula. El modelo más difundido, pero muy poco aplicado en nuestro continente, corresponde al del profesor y filósofo brasileño Paulo Freire, quien sostiene que para democratizar el aula y lograr aprendizajes significativos y transformadores, se deben considerar los siguientes modelos pedagógicos: del oprimido; de la esperanza; de la autonomía; de la indignación y de la tolerancia.

Esta propuesta deja en evidencia que el desarrollo social, científico y tecnológico no ha llegado a todos los rincones del mundo, haciendo que enseñar en medio de la pobreza y disfuncionalidad, y en una sociedad marcada por la violencia y discriminación, sea muy difícil, así como canalizar el conocimiento para transformar a los jóvenes y su entorno. La pedagogía del amor y de la liberación propuesta por Freire es casi una utopía para todos aquellos que no entienden que el sacrificio de la individualidad es lo que hace a los pueblos más humanos, porque es en el conjunto y en la colaboración donde emerge lo mejor de la humanidad.

El mundo del conocimiento y del desarrollo social llegó primero a unos pocos, pero dejó a muchos sin lograr utilizarlo para su desarrollo y transformación.

Las nuevas generaciones han sido desbordadas por el conocimiento, y desde la escuela se hace lo imposible para que el estudiante aprenda a navegar en este infinito mundo, descubra sus habilidades para luego enfocarse en aquellas áreas que sean de su interés.

Mario Morales Burgos

Profesor