Opinión

Menesterosos en las calles

MARIO RIOS (10),
MARIO RIOS (10) / FUENTE:

Aquel día en la Comisión de Gobierno Interior del Senado se analizaba un proyecto de ley que, como muchos otros en la muy larga historia de las normativas sociales dictadas por nuestro país, me sorprende. Entre tanto documento; uno que analizaba la pobreza en los estados de gran desarrollo. Entre páginas repletas de datos diversos, se conoce cierta relación de pobreza versus etnias existentes al menos en occidente. En efecto, países como Holanda, Noruega y Dinamarca la pobreza está bajo el 2% de la población; en otros se encuentra algo más elevada en etnias latinas, y en países asiáticos no hay mediciones confiables porque queda la impresión de que en su historia moderna el asunto de la pobreza no resulta ser un hecho trascendente o, mejor aún, simplemente no la tienen debido al fuerte componente familiar existente en todas las sociedades asiáticas.

La familia, en efecto, surgía como pedestal indiscutible de todo cuanto se debía hacer para evitar el abandono, que era dramático, inhumano y representativo del más bajo nivel social.

En Estados Unidos, la oficina de asuntos sociales del gobierno destaca que: "En USA, el 2% de la población vive en extrema pobreza". En aquel año de ese tiempo, EE.UU. tenía 300 millones de habitantes, por lo tanto, en su territorio habitaban seis millones de pobres, casi todos viviendo en las calles. Más adelante, la misma oficina expresaba que "ese porcentaje definitivamente representa un hecho natural de nuestra población. Tenemos miles de iglesias, municipios y oficinas gubernamentales que atienden al menesteroso que habita las calles, pero no hay caso, todo sigue igual", se lamentaba el autor de esta información.

Más adelante, en el estudio más a fondo del problema, expresaba que "vistos los antecedentes sociales de nuestra historia en los últimos 50 años, eso se mantiene inalterable. Hemos llegado a la conclusión que nunca podremos eliminarlo. Hay razones mentales, que manifiesta 'satisfacción viviendo en la pobreza'". Expresaba que "cada noche intenta llevarse al menesteroso a una iglesia, pero se arrancan, generalmente a medianoche, aunque fuera esté muy helado, pero su independencia y libertad no la tranza con nada". Para concluir con una afirmación dramática: "Así como en sociedades como la nuestra, a pesar de todos los programas de salud existentes, el 4% de la población tendrá un infarto cardíaco. En el cuidado de la dignidad humana, reflejada en la pobreza, siempre tendremos ese 2% de marginalidad humana".

¿Y Chile? También algún tiempo atrás, revisando legislación comparada en materia presupuestaria, de los años 1985 al 2006, período que revisé y está a la vista por quien quiere estudiar más a fondo este tema, Chile era, lejos, el mayor proveedor de recursos económicos para superar la pobreza, incluso más que la propia Cuba, que todo su presupuesto, si es que se puede confiar, debe atender casi el 100% de las necesidades básicas del ser humano. Chile prácticamente doblaba a esa nación comunista. ¿Por qué entonces la extrema pobreza se mantenía? ¿Es que acaso también tenemos el síndrome de la pobreza en nuestra naturaleza de chilenos? La respuesta es afirmativa.

El tema, al menos en aquella ocasión, era saber si nuestros pobres en extremo, los que viven en la calle, eran también el 2% o algo más. Y en el caso de Los Ángeles, que por espacio ahora no podremos analizar, del debate ocurrido en su consejo, el alcalde fue concreto: "Aquí hay 500 personas que viven en la calle". Y es verdad. Lo admirable es que la cifra resulta ser el 2,28% de su población. ¡Bien, alcalde!

Mario Ríos Santander

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