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Columnista

¿Todo se pregunta?

Mario Ríos Santander

por Mario Ríos Santander

Aquel día en que George Horace Gallup, matemático y estadístico de los Estados Unidos, allá por el año 1930, iniciaba el negocio de las encuestas, lograba dos objetivos: A.-  Los líderes, desfallecían, comenzaban su tránsito al oriente eterno, y  B.- "Hacía hablar" a los pueblos.

¿Habrá captado Gallup las secuelas surgidas de tales objetivos?  ¿Es que desaparecerían los líderes porque la encuesta daba cuenta de lo que el pueblo quería?  Y si fuera así, ¿el pueblo "siempre tiene la verdad" y, por tanto, lo que el señale es, en lo principal, una suerte de mandato que obliga a quien gobierna, dirige o legisla?

¿El mundo político, acostumbrado a hablar "en nombre del pueblo" o comprometerse a lo que "el pueblo resuelva" o más claramente, "yo hago las cosas que el pueblo demanda", lo vocifera porque cree que dichas expresiones son una suma de verdades?  Algunos señalan, (los comunistas son así) que "hay que hablar en nombre del pueblo" y de esa forma, el pueblo mantiene su silencio. Por eso debe ser que nunca en la historia política chilena se ha sabido que la izquierda marxista realice encuesta para hacer lo que le demande el pueblo. El resto del mundo político, es de encuestas diarias.

De lo anterior surge una duda. Los pueblos en general, una vez asentados en una condición social y política definida, Chile por ejemplo, sus líderes,  ¿emiten opiniones más inteligente que aquella surgida de las encuestas? En la historia del hombre, al menos aquella que viene de tiempos en que surgen los primeros asentamientos humanos, son los pueblos los que triunfan o son sus lideres?  En los tiempos actuales, el triunfo es de las encuestas, ¿por sobre el pueblo y muy por encima de sus líderes?  Es que, este asunto administrativo, que permitió de paso el surgimiento de los sociólogos, ¿tendría la virtud de romper esta condición natural de ser unos, u otros, líderes de una sociedad de la dimensión que sea, y por tanto, su desaparición es cuestión de tiempos más breves que lo suponible?  ¿Y en que quedó esta máxima latina, chilena, que los pueblos siguen más a los líderes que a las ideas?  ¿Ocurre lo mismo al interior de las religiones o mejor dicho de las iglesias?

Quien pretenda orientar o encauza el andar de una sociedad, debe conocer muy profundamente las características básica de tal conglomerado. Sin embargo, será él o ella, quien levantará la voz y dispondrá del camino que se debe andar. En la historia nuestra los líderes son los que triunfan y no su pueblo. Aún más, en su esencia natural, a los pueblos no les gusta que les consulte, que los hagan decidir sobre qué hacer en el futuro, menos las excesivas libertades que demanda asumir consecuencias de opiniones entregadas. A lo más, proclamarán  slogan comunes en una protesta o demanda pública y nada más. Para ello, los líderes deben creerse tal condición de conductores y no transformarse en experto de "interpretar" encestas.

Mario Ríos Santander  

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