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En el análisis político la autocrítica suele ser poco común, más bien abundan las justificaciones y las miradas hacia fuera buscando en el otro, es decir, en el adversario las múltiples causas que originan las derrotas. Este fenómeno sociológico viene afectando a la política y por cierto a los Partidos Políticos de la izquierda chilena, los cuales se han encapsulado en cuestiones ideológicas, subestimando al pueblo y a esos muchos que ya empezaron a votar nulo y en blanco, a esa enorme mayoría que no piensa exactamente como lo hace el dirigente y el militante histórico. Ver las cosas así, dicen algunos desplazados y molestos ciudadanos es menospreciar a la gente. La izquierda, por ejemplo, en la fracasada convención constituyente hizo de la política de identidad su bandera de lucha, olvidándose de la mayoría de los chilenos, de la gente, mostrándose como una izquierda súper ideologizada. Esto explica, en parte que, en los barrios más populares de Chile el pueblo votara en contra de la izquierda, dando cuenta así de una absoluta desconexión con los intereses reales de la gente, quedando en evidencia que la izquierda parece representar a un Chile imaginario, que solo existe en la borrachera ideologizada e identitaria, de todo un continente.
Un distinguido y estudioso amigo me representa, a propósito del tema que nos convoca en este comentario... "Urge que la izquierda piense en una nueva estratégica económica y también política, que le permita recuperar la materialidad de la clase y el sentido de lo colectivo. Siempre hay que hablar desde lo colectivo, no desde el individuo y tampoco desde las particularidades, que es precisamente a lo que invita el discurso posmodernista y neoliberal..." Esta propuesta tiene muchísimo sentido, a la luz de las últimas experiencias vividas y de las opciones de la gente, pues hay una mayoría que sin abominar de la izquierda se siente excluida y atropellada, ya que también quisieran formar parte de algunas propuestas, sin embargo, la exposición de éstas les parecen una suma de intereses particulares y algunos de ellos confrontados entre sí y muy lejos de representar un fuerte y gran interés colectivo. Como vemos desde lo político la izquierda no logra permear la sociedad con ideas que se alojen en el corazón de la gente.
En materia económica la izquierda contemporánea aparece muy conservadora y equívoca a la hora de encarar conceptual y políticamente cuestiones propias de la economía, reemplazando más bien su economicismo por una forma de politicismo eventual, por lo que no se ve en el horizonte una concepción revolucionaria que complemente o vaya más allá de lo que en este teman se ha realizado hasta ahora. Un ejemplo claro en esta materia lo representa el discurso de entronización del presidente Petro, en Colombia, quien señala abiertamente...." Vamos a desarrollar el capitalismo, no porque lo adoremos, sino porque primero tenemos que superar la pre modernidad, el feudalismo, los nuevos esclavismos, superar mentalidades atávicas...". Esta es una posición política evidente frente a la carencia de una propuesta transformadora que venga desde el mundo de la economía. Como vemos hasta aquí podemos constatar que existe un gran divorcio entre los tres elementos fundamentales que articulan los grandes procesos transformadores de los pueblos: La política, expresada en un discurso abarcador y permitente; la economía como la herramienta que le otorga materialidad a la gente y por cierto el pueblo, el ciudadano, que busca ser incorporado e interpretado.
La llamada izquierda progresista del siglo XXI tiene por delante muchísimos desafíos debiendo primero tener una capacidad de autocrítica, para luego ser capaz de articular y dar vida a una nueva propuesta política en la cual el ciudadano espera participar y progresar en la sociedad, saliendo así de su trinchera con un auténtico y verdadero interés colectivo y diverso.
Mario Morales Burgos
Profesor
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