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La Tribuna
Columnista

Mañana fue ayer

Mario Ríos Santander

por Mario Ríos Santander

La conversación del último siglo es más bien un conflicto.

El debate es una guerra y los ideales, simples declaraciones de combates anunciados con anticipación. El ser humano, está "igualito" en los siglos que le preceden y seguirá igual, en los que siguen. No hay cambio y solo se modifican las formas, pero en lo principal todo sigue igual.

Algunos, descontentos consigo mismo, hacen todos los esfuerzos para cambiar la naturaleza de las cosas, procurando de paso, "desconstruir", todo cuanto se les presente social, científica o religiosamente, dándole valores a la sociedad que no los tiene, importancia suprema a la ciencia como hecho transformador de la esencia en el ser humano o, algo más extremo desconocer la espiritualidad que dio origen a lo ocurrido.

¿Por qué todo lo anterior?

Porque estamos en pleno periodo de superficialidades que se manifiestan como una constante en todo el quehacer de esta tierra bendita. Los gritos en contra del mandatario; insolentes, sucios, ordinarios, son una muestra diaria de una sociedad, la chilena, que no entiende nada de nada. Por su lado, el descontento del triunfo político, rostros agrios, evocando dolores, algunos inventados, porque un partido, el republicano, triunfaba ampliamente. Más allá, alumnos que accedían a un liceo "emblemático", seguían una huelga, nada los convencían y la autoridad, equivocada, los "comprendía", como si todas las generaciones anteriores, fueran parte de un "embuste" colectivo, inútil y sin base de razón ni menos natural.

¿Siempre así?  Bueno, más o menos responsables, más o menos prudentes, más o menos sensatos. Para vivir en armonía se aspira al, "más o menos". Hay temor de pedir solo lo correcto. Cuando sabemos de una nueva ley, que es positiva, exclamamos, "hecha la ley hecha la trampa" y reímos como si aquello fuera tan divertido. Alguno se esconde en sus "derechos", como si tal cuestión, solo tuviera una sola identidad. La diversidad no se reconoce ni menos en tiempos actuales en que el materialismo mental, solo quiere un ser humano, igual, único. Y por eso el conflicto permanente, la odiosidad y la indignación del éxito de uno, provocando, (así lo supone), el desmedro de otro. Solo se alaba al inteligente que nunca conoceremos, que es lejano, ausente de nuestro entorno y ojalá sea de otros tiempos, cuando aún no habíamos nacido.  En cambio, aquella brillante persona que está enfrente, que se puede tocar oír su voz, conocer sus ojos, será una especie no querida ni menos aceptada.  

¿Y por qué Chile ha sido, en estos últimos tiempos tan densamente odioso? Y más aún, ¿por qué nuestra cultura cambió?  ¿Se nos desapareció la Civilización Occidental Cristiana? ¿Pasamos del burro al auto tan abruptamente?  Podríamos reconocer ciertas falencias. La educación es una de ellas. Profesores ideologizados, si y muchos, Iglesias que en vez de salir con su prédica hacia el mundo, el mundo se metió a la sacristía. La familia, absolutamente vencida por la televisión, único aparato encendido 18 horas en el hogar’, o ¿el celular en función mientras el niño, aburrido de su padre y de su madre, que nada habla con él, comienza a alejarse de su corazón, de su mente, de su vida total?  En realidad todo esto y mucho más.  Mientras tanto sigamos, "pateándonos las canillas", juguemos a ser sicarios y soportando los gritos contra Boric.

Mario Ríos Santander    

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