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La Tribuna
Columnista

Tras la huella de Javiera Carrera

María Loreto Cruz Opazo

Teóloga PUC - Vocera VC

por María Loreto Cruz Opazo

La contingencia nacional está marcada por un espíritu violento, busca resaltar más lo individual que una verdad ordenada al bien común. Hacen falta personas heroicas que velen por la Patria, como las figuras que surgieron en la época libertaria contra la monarquía. Se echa de menos que las movilizaciones y manifestaciones culturales de hoy no tengan una raíz más esperanzadora. Antiguamente en tiempos coloniales se ponían todos los medios personales a disposición de los demás para promover la educación y todo lo necesario para progresar como nación, no quitando sino sumando y pensando en lo comunitario. Actualmente no se entiende por qué la ansiada justicia social se busca en un proceso simbólico y materialista de restar privilegios, como si hubiera que estar avergonzado de los dones de cualquier tipo que se tienen, tanto espirituales como concretos. No debiéramos nunca renunciar a nuestros valores porque son lo que nos hace nobles, estos son la condición de posibilidad para que la generosidad y reciprocidad florezca en nuestro país.

Un buen ejemplo que podría inspirarnos y marcar camino a imitar es el de Javiera Carrera. El primero de marzo es el natalicio de esta mujer célebre que nació en 1781. Fue una laica profundamente católica dedicada a obras de caridad y motivada por su inmenso amor a Dios. Consta en los registros eclesiales de la época, un permiso para erigir una capilla personal en la Hacienda El Monte, donde vivió los últimos años de su vida, y también los más felices de su infancia. Se sabe por las cartas de la señora del gobernador de entonces, que Javiera Carrera tenía el más hermoso pesebre o nacimiento de todo Chile, por lo mismo su casa era muy visitada y ella lo promovía con celo apostólico para catequizar a través del arte. Contrasta esta anécdota con el agravio sufrido a la imagen de la Virgen del Carmen el pasado mes de febrero, en La Serena, fue instrumentalizada en nombre del arte para producir polémica y división.

Javiera fue una mujer noble que nunca perdió la fe, aunque tuvo momentos muy duros en su vida: quedó viuda temprano, estuvo presa y vivió en el exilio. No sólo es recordada por bordar la primera bandera de la Patria Vieja, sino por su ejemplo de valentía, amor al prójimo, de perdón buscado y forjado a través de la oración. Presenció la muerte de sus tres hermanos: José Miguel, Luis Florentín y Juan José, a los que acompañó y apoyó siempre, incluso renunciando para eso a sus hijos y segundo marido, Pedro Díaz de Valdés. En sus cartas de puño y letra le pedía a Dios fuerza para perdonar a los verdugos de los tres próceres chilenos, por lo que pudiendo odiar, eligió buscar misericordia y, aunque le costó años, se esforzó hasta alcanzar la paz. Esta maravillosa historia de devoción se realizó teniendo en cuenta a Jesús como modelo de vida y la defensa de los valores patrios, tan olvidados últimamente.

María Loreto Cruz Opazo

Teóloga PUC

Vocera VC

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