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La Tribuna
Columnista

El sentido de las vacaciones para los alumnos

Guillermo Marini

Profesor de la Facultad de Educación UC
Vocero fundación Voces Católicas

por Guillermo Marini

No es necesario ser escolar para reconocer la expectativa que generan las vacaciones entre los estudiantes. Desde marzo, hay quienes están anticipando el gozo que llegará en diciembre, como si el propósito de cada año escolar fuera alcanzar su término. La pausa de invierno suscita algunas emociones, pero seamos honestos, dos semanas es poco tiempo para disfrutar e, irremediablemente, se debe volver a clases. El horizonte parece mejorar en Fiestas Patrias, cuando ya todo se orienta a ese período mágico del verano...

¡Ahora! ¡Por fin! ¡Aquí estamos! Y, sin embargo, como demuestra la experiencia acumulada de abuelos y padres, no es extraño que muchos niños y jóvenes proclamen en vacaciones ‘Estoy aburrido’, ‘¿Qué puedo hacer?’, incluso que algunos con aires contraculturales se atrevan a murmurar ‘¿Cuándo empieza el colegio?’

Es que, si bien existe una natural fascinación por este descanso de tantos días, se suele no prestar atención a cuál es su sentido. Ante todo, es importante desactivar una falacia muy dañina: por más que las vacaciones lleguen al final del año escolar o laboral, y que nos encuentren cansados, su sentido no es ‘no estudiar, no trabajar, dormir, no hacer nada’. Esta propuesta no nos va a satisfacer nunca. Por el contrario, terminará ocasionando la ansiedad de saber que se dispone de mucho tiempo, pero que no se está aprovechando plenamente porque no hay nada que atraiga, que comprometa, que justifique el mínimo esfuerzo que conlleva cualquier actividad.

Entonces, ¿¡qué es lo que está en juego en vacaciones!? En primer lugar, quizás el sentido más profundo de las vacaciones está asociado a una calidad especial del tiempo para encontrarse con uno mismo y con los demás. Esto puede pasar por detenerse en los rituales más sencillos de todos los días: conversar en la mesa del desayuno, salir juntos a hacer las compras, planear un viaje, organizar una visita inesperada, dejarse sorprender por quien toca a nuestra puerta. Para quienes solemos estar atados al horario de la escuela, las vacaciones representan la posibilidad de habitar otros horarios, por ejemplo, quedándose hasta tarde para contemplar el cielo estrellado volverse alba, o amanecer bien temprano para disfrutar sin exigencias el carácter virginal de cada día.

En segundo lugar, este tiempo es una oportunidad para cansarse de otro modo. En otras palabras, las vacaciones constituyen una situación ideal para recuperar la relación mente, corazón y manos que tantas veces queda desatendida en la vida cotidiana. Cocinar, cuidar el huerto, arreglar un mueble, salir a caminar al cerro, son opciones al alcance de todas las personas que remiten al valor del trabajo, del descanso, y de ese punto intermedio que es la fiesta donde hay mucho por hacer, pero todo se vive como un ocio ininterrumpido. Las vacaciones ofrecen un sabor de aventura. Es aquí y ahora, durante estos días, que podemos permitirnos inaugurar una pregunta, un libro, un amigo o un pasatiempo para un nuevo año.

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